Estimados amigos:

La semana pasada pudimos asistir al que quizá sea el mayor esperpento vivido en la Nación Española en muchos años. Por primera vez se estableció el sistema de traducción simultánea en las sesiones del Senado, pudiendo sus señorías expresarse ya no en español, sino en cualquiera de las lenguas vernáculas habladas en España, ya sea el catalán, el eusquera o el gallego, disponiendo así un servicio de traducción para quienes no entiendan tales lenguas y sí el español. Muchas voces se han alzado protestando por el gasto superfluo que supone semejante servicio de traducción en tiempos de crisis económica como la que vivimos, pero desgraciadamente pocos han puesto el acento en lo verdaderamente importante: la crisis de la Nación Española, de su unidad e identidad, que disparates de esta naturaleza manifiestan.

Semejante disparate de traducción para unos diputados que todos entienden y hablan perfectamente la lengua española, no es sino la consecuencia en toda la Nación de lo que desde hace ya muchos años se viene viviendo en parlamentos autonómicos como el de Cataluña: el abandono de la lengua común de España, el español, para hablar la lengua vernácula correspondiente, en este caso el catalán.

Como justificación a lo injustificable, el Presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, ha afirmado que la traducción de las lenguas regionales en el Senado es algo lógico y normal, pues todas ellas son lenguas «españolas». Pero semejante razonamiento esconde una falacia usada por los nacionalismos separatistas para poner en pie de igualdad el catalán, el vasco y el español, al que denominan como «castellano». «Español» sería así un adjetivo aplicable a una serie de lenguas no sólo oficiales sino «cooficiales», de idéntica dignidad comparadas las unas con las otras según las distintas regiones de España.

Sin embargo, «castellano» es una designación equívoca que hace referencia a una variante dialectal del español, lengua hablada no sólo en España sino en América principalmente y también en algunos lugares de África y Asia. En concreto, el español es una lengua hablada por 400 millones de personas, sólo superada en número de hablantes en el mundo por el inglés y el chino mandarín. La denominación de «castellano» realizada desde instancias que no parecen conocer su realidad, es no sólo inexacta en la actualidad, sino también históricamente. De hecho, el humanista Elio Antonio de Nebrija escribió en 1492 su Gramática de la lengua castellana, o española, como prueba de que la denominación de «español» para la lengua de España es algo que se remonta a muchos siglos atrás. Aun aceptando denominar como «castellano» a lo que no es sino lengua española, el Artículo 3 de la Constitución de 1978 afirma que «El castellano es la lengua española oficial del Estado», y no cualquier otra lengua vernácula, que sería a lo sumo «cooficial».

Ante esta situación, cabe plantearse las siguientes cuestiones:

¿Qué debemos hacer para garantizar el uso de la lengua española en España?

¿Qué lugar corresponde a las lenguas regionales en la administración del Estado y en la vida pública?

Ciudades donde se va a celebrar este Observatorio: Gran Canaria, Murcia, Santander, Oviedo, Madrid, La Línea de la Concepción (Cádiz), Majadahonda (Madrid), Collado Villalba (Madrid), Toledo y Sevilla.