Muy llamativa está siendo la diferencia entre España y Portugal a la hora de afrontar la crisis del coronavirus. Los 1.214 kilómetros de frontera entre ambos países parecen que se comportan como una especie de cortafuegos colocado por nuestro vecino para frenar la expansión del SARS-CoV-2. Según la agenda estadística comunitaria Eurostat, a nivel mundial, no ya sólo europeo, Portugal ha sido de los países que mejor han afrontado la crisis del coronavirus, y España de los que peor lo han hecho. Veamos brevemente por qué es así.

Portugal tuvo su primer caso de COVID-19 el 2 de marzo, a causa de un hombre de 60 años que había viajado al norte de Italia. A las pocas horas se detectó el segundo contagio, un hombre de 33 años que por motivos laborales viajó a Valencia (uno de los focos de la pandemia en España a causa de un partido del Valencia C. F. en Milán disputado el 18 de febrero). Ambos fueron ingresados en el hospital de Oporto.

Portugal sería el último país de la Europa occidental que detectó su primer caso, y supo valorar la ventaja que tenía con respecto a Italia y España (lo que no hizo el gobierno de España respecto a lo que pasaba en Lombardía y en el Imperio del Centro, por bajas que fuesen las cifras oficiales que ofrecía el gobierno de Pekín).

Portugal map and flag – vector illustration

Es decir, si los gobernantes lusos se alertaron ante lo que pasaba en España y en otros países de Europa (no digamos ya China), los españoles no supieron hacer lo propio ante lo que pasaba en Italia, que era bien preocupante al menos desde el 23 de febrero, día que se suspendió el legendario carnaval de Venecia (y si se llevó a cabo tal medida sería por algo, pero en Moncloa nadie tomó nota y estaban dialogando con los que quieren destruir España).

Aunque el gobierno luso consintió las marchas del Día Internacional de la Mujer, no alentó a la población a que se manifestase, ni se puso al frente con una pancarta (para, entre otras cosas, contagiarse), como sí hizo el español con vigor y vehemencia («¡Madrid será la tumba del machismo!»). Incluso la cabriense vicepresidente dijo que a las mujeres «les va la vida». Y así ha sido.

En una fase embrionaria del impacto de la enfermedad, tras 11 días de que apareciese el primer caso, Portugal decretó el Estado de Alarma, un día antes de que lo hiciese España (cosa que el gobierno de nuestro país -que detectó su primer caso el 31 de enero- tardó 43 días). Ese día (13 de marzo) Portugal tenía 112 contagios y ninguna víctima mortal (España, en cambio, decretó el Estado de alarma el día 14 con 5.753 infectados y 136 fallecidos). Se cerraron colegios, universidades, bares y discotecas. Los centros comerciales limitaron la asistencia de clientes pero en poco tiempo se cerraron. Con la tercera víctima mortal por COVID-19 el gobierno portugués empezó a suspender eventos, a cerrar colegios y universidades y tiendas, mientras el español tardó en hacer lo mismo (es decir, desde la tercera víctima) 9 días (la Comunidad de Madrid lo haría el día después del 8M).

El 18 de marzo, al subir los contagios de modo exponencial, el primer ministro, Antonio Costa, dio un paso más blindando el país decretando el Estado de Emergencia. Todos los establecimientos no esenciales se cerraron y se confinó a toda la población. Diez días después se decidió proteger a los inmigrantes legalizándolos a todos los que hubiesen pedido el permiso de residencia. En el Parlamento se aprobó la suspensión del pago de alquileres mientras durase el Estado de Emergencia, se prohibieron los despidos con indicios de ilegalidad y los contagiados de COVID-19 no pagan las tasas de copago del sistema de sanidad pública. También hay que tener en cuenta el sumo respeto de la ciudadanía lusa al confinamiento, siendo el número de arrestados por su incumplimiento muy inferior al de España.    

Dicen que el gobierno Portugués es socialista como el español y que por tanto son del mismo color. Pero hay diferencias importantes, aunque más que al Partido Socialista portugués las desemejanzas conciernen a la propia República Portuguesa con respecto al Régimen del 78. Pues el Estado luso no consiente ni autonomías y ni mucho menos «partidos» separatistas. El Partido Socialista de Portugal es incondicionalmente patriota, cosa que es muy dudoso afirmarlo si nos referimos al partido de Ferraz (y no sólo nos referimos a su etapa sanchista-podemita, sino también a su etapa felipista en la que se emprendió entre otras cosas la desindustrialización de la nación; por no hablar del zapaterismo).

Los mandatarios del país vecino eran muy conscientes de lo frágil de su sistema sanitario y por tanto no había tiempo que perder. Y además tienen una ministra de Sanidad que es eso, una ministra de Sanidad; y no un fontanero, compañero de baile de Mikel Iceta, como Salvador Illa. En cambio, en España nuestros políticos iban sobrados de confianza, pues -como decía Sánchez- «nuestro sistema de salud pública es extraordinariamente sobresaliente para este tipo de crisis». Pese a los «recortes del PP», le faltó decir.

Lo que se ha mostrado que no es así, pues a los errores coyunturales del Gobierno, que han sido muchos, hay que sumar los errores estructurales del Régimen del 78, sobre todo por la descentralización del sistema sanitario vaciando el Ministerio de Sanidad, y también a causa de la desindustrialización que ha hecho que no podamos disponer de mascarillas ni respiradores (por no hablar de lo catastrófico que va a resultar dicho lastre en los próximos años).

Asimismo, el principal partido de la oposición, el centro derechista Partido Social Demócrata (PSD), ofreció al gobierno socialista su colaboración sin reservas. El líder de la formación, Rui Rio, le dijo a los militantes de su partido: «No es patriótico criticar en estos momentos al Gobierno». No es patriótico si el Gobierno lo hace bien, como está siendo el caso de Portugal. En cambio, si el Gobierno lo hace mal, como el gobierno español, sí es patriótico criticarlo; no lo es, desde luego, si se exageran sus errores y se omite reconocer sus pocos aciertos, porque eso también contribuye a la distaxia del Estado.    

Visto todo esto con la brevedad que corresponde a una publicación editorial, podríamos decir que Portugal, en cuestiones de gestión coronavírica y en otras muchas cosas, es el país más alejado de España.

    Daniel López. Doctor en Filosofía.