Me encontraba en Madrid, a mediados de septiembre pasado, con motivo de la presentación de Hispanidad. Escritos en defensa propia; un libro de mi autoría que tuve el privilegio de exponer en la Asociación Cultural Héroes de Cavite y en la Fundación DENAES, gracias a la generosa invitación de Miguel García Gutiérrez, por la Asociación y de Iván Vélez, Director de la Fundación que, con tanto empeño, promueven los valores de la defensa de España como de la cosmovisión de la Hispanidad, esa magnífica obra del mestizaje cultural y de sangre que hizo de la conquista y evangelización de América, un suceso único e irrepetible en la historia de la Humanidad, incorporando al continente americano a las raíces grecolatinas, a la fe cristiana y a la lengua que hoy hablan más de 600 millones de personas.

En esos días de mi permanencia en España, fallidas las dos sesiones de investidura del candidato más votado en el mes de julio, el líder, hoy, del partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, se dio inicio por parte del presidente del gobierno social-comunista, Pedro Sánchez,  la búsqueda a cara descubierta de los votos necesarios para su posible investidura, del separatismo vasco, ya sea el PNV, como los filoetarras de Bildu, como asimismo de los catalanes independentistas tanto del reaccionario Junts, del profugado Carles Puigdemont, como de la Izquierda Republicana de Cataluña, a los que tenemos que sumar al Bloque Independentista Gallego, todas formaciones políticas que bregan por la separación territorial, convirtiendo a España, en el mejor de los casos, en una posible confederación plurinacional y pluricultural, demoliendo las bases institucionales nacidas en la transición de 1978, la monarquía constitucional y la propia Constitución vigente, que establece la unidad indisoluble de España y al español como lengua oficial de la Nación.

Sánchez, con tal de lograr el apoyo de los separatistas de todo pelaje, a quienes ya indultó, tal el caso de los golpistas catalanes, y que hoy ofrece la amnistía -figura no contemplada en la Carta Magna-, al prófugo y condenado en ausencia por la justicia, el mencionado Puigdemont, dio un paso más al permitir que en el Congreso de los Diputados, los separatistas puedan expresarse en sus lenguas regionales, con la oposición de los diputados del PP y Vox, contando para ello con audífonos y transmisores, los llamados pinganillos, para la traducción en simultáneo. Lo curioso y cómico, si no fuera una tragedia nacional, es que al parlante vasco la traducción a un independentista catalán o gallego, se hace en español. Un verdadero y genuino grotesco, pero que pone en evidencia la idea de sumar un elemento más en el proyecto disgregador de la nación que es España.

Como hispanoamericano y argentino, no puedo dejar de sentir el más profundo rechazo a esta mascarada del hoy cabeza del PSOE, Pedro Sánchez, más aún cuando la numerosa inmigración americana residente en España, cuenta con el español como idioma común en la Madre Patria.

Vale recordar que el castellano en América no anuló ni suprimió las lenguas indígenas, que aún se hablan en distintos países y regiones, pero que el español ha sido a través de los siglos y lo es hoy, la lengua vehicular y común desde muchos estados norteamericanos hasta los confines del continente sudamericano, constituyendo aquello que entendemos como la cosmovisión forjada al correr del tiempo como la Hispanidad, hispanohablante. Más aún, haciendo historia, fue D. Andrés Bello, caraqueño, amigo de Francisco de Miranda, docente, que tuvo entre sus alumnos a Simón Bolívar, quien en el Siglo XIX se trasladó desde Londres, donde residía, a Chile, convocado por el gobierno del país trasandino, donde entre sus labores redactó el Código Civil, ocupó el rectorado de la Universidad de Santiago y redactó una Gramática de la Lengua Castellana para hispanoamericanos, donde introdujo los neologismos americanos, vocablos, usos y derivaciones de la lengua castellana en territorio americano. Esos vocablos y particularismos idiomáticos fueron, con el tiempo, incorporados por la Real Academia de la Lengua de España, continuándose hasta el presente. Asimismo, al fundarse la Academias de Letras o de Lenguas en los diversos países de Hispanoamérica, la Real Academia las fue incorporando como instituciones correspondientes, en un claro acto de enriquecer la lengua española con los aportes y modismos que le brindaron los países americanos de impronta hispana.

Es claro Andrés Bello en el Prólogo a su Gramática, editada en Santiago de Chile en 1847, donde expresa: «Juzgo importante la conservación de la lengua de nuestros padres, en su posible pureza, como un modo providencial de comunicación y un vínculo de fraternidad entre las varias naciones de origen español, derramadas sobre los dos continentes», algo que el tribalismo separatista no busca preservar, sino, por el contrario, socavar hasta los cimientos

Si nos retrotraemos a la historia, la Argentina, como muchos países de la América heredera de España, recibieron en la segunda mitad del siglo XIX e inicios del XX, oleadas de inmigrantes de los más diversos puntos del mundo, con diferentes idiomas, credos religiosos y orígenes étnicos. En el caso de España, vascos, gallegos, catalanes (denominados aragoneses) y asturianos arribaron a estas playas en número significativo. Realizando un ejercicio contra fáctico ¿Qué hubieran sido esas numerosas colectividades que enriquecieron al país, si se hubieran encerrado en sus lenguas como el vasco, gallego, catalán o bable? no habrían dejado de constituir guetos lingüísticos y sociales. Su lengua vehicular, el español, les permitió insertarse con mucha mayor facilidad que otros pueblos de inmigrantes, que no eran hispanohablantes. Ver que en la propia España se le niega al español su carácter de lengua vehicular, el habla de todos, y que desde su gobierno se aliente esta vuelta a un sectarismo lingüístico, de netos perfiles políticos, negando que el idioma castellano o español es el sinónimo de la identidad nacional, es verdaderamente un dislate preocupante. Como hispanoamericano, consiente que, si algo nos une, entre otros muchos factores, es la lengua de Cervantes, esa lengua universal que nos dio la identidad en la cosmovisión de la Hispanidad, que hoy sufre los embates de minorías identitarias que sólo pretenden trocear a España, no puede no despertar nuestro rechazo, ya que nos enorgullece ese lazo de siglos que nos amalgama y gratifica como herederos de un mismo y gran legado, que no podrán borrar los pinganillos de turno.

Ignacio Bracht