Grupos autodenominados hoy en día como “de progreso” o “de izquierda” están liderando con fuerza causas como la lucha contra el cambio climático, la violencia de género, el feminismo o los derechos LGTBI por citar algunas. Causas todas ellas que analizadas con sosiego y despojadas del simbolismo y de ciertos elementos adjetivos gratuitos, bien podrían ser objeto de acuerdo por la inmensa mayoría de la sociedad española. 

Y sin embargo, la posibilidad de acuerdo es totalmente ilusoria. Para la hoy llamada “izquierda” son precisamente el simbolismo y el ritual los elementos sustantivos de su defensa de las causas, pues lejos de buscar un mayor respaldo social, lo que opera es un mecanismo de identificación y formación de grupos de tipo tribal. El simbolismo y la inverosimilitud de ciertos postulados adjuntos son necesarios y su función es precisamente el de la segregación por no consenso.

Una referencia clave para entenderlo la encontramos en el antropólogo Victor Turner, que recoge en varios de sus ensayos un estudio de los ritos y los símbolos de las culturas tribales y el papel que juegan en las sociedades. Según Turner, las sociedades están compuestas de communitas y de estructura social. Esta última es la estructura jerarquizada, con leyes, roles definidos y propiedad privada. La communitas, por el contrario, aparece cuando estas leyes y estructura desaparecen o se debilitan. La communitas basa su persistencia en la idea comúnmente aceptada de que existe un vínculo entre los miembros de la comunidad. Turner sostiene que es necesario un equilibrio entre la estructura y la communitas, pues sin communitas los mecanismos que operan en la estrucutura se vuelven deshumanizados y acaba imponiéndose cierta necesidad regeneradora que proporciona la communitas.

En los últimos años estamos asistiendo a un claro debilitamiento de la conciencia de estructura social y un fortalecimiento de cariz casi prehistórico de nuevas communitas. Como caricatura reciente de debilitamiento, simplemente recordar la forma como muchos parlamentarios han jurado la Constitución en su toma de posesión, por no entrar en detalle del cuestionamiento continuo hacia nuestras instituciones políticas y económicas.

Lo que me interesa analizar con más detenimiento es el fenómeno de la communitas, bajo el claro liderazgo de los grupos autodenominados  “progresistas” o de “izquierdas”.  Mi tesis es que en muchas causas abanderadas hoy por estos grupos no se busca una implantación en la sociedad estructural realmente existente – en forma de medidas que directamente favorezcan la causa- , sino que lo que se busca es la conformación previa de grupos tipo tribales que en última instancia buscarán una nueva estructura social, previa identificación de chivos expiatorios. Como explica en su obra Rene Girard, al chivo expiatorio se le considerarán el causante del desorden. Sobre su sacrificio se asentará el nuevo consenso estructural.

Pondré un ejemplo actual: la lucha contra el cambio climático. Este tema podría ser objeto de debate con la ayuda de expertos en climatología y estadística. Se trata de un tema complejo que requiere de conocimientos de teoría de caos aplicados al clima y de una interpretación no sesgada de las series estadísticas disponibles. Incluso ante la falta de pruebas definitivas sobre las causas y efectos reales, sería posible un debate racional como el que por ejemplo plantea el matemático Nassim Taleb, experto en análisis de riesgos, que justifica una posición de  inversión de la carga de la prueba (lo prudente es asumir que el cambio climático existe por causa del hombre hasta que no se demuestre lo contrario, concluye Taleb).

¿Por qué no se plantea el debate sobre el cambio climático en este contexto científico-racional  y en su lugar lo que nos impacta abrumadoramente por diversos medios es una tal Greta Thunberg?  La respuesta es que el rol de esta adolescente es precisamente el de elemento simbólico y ritual. Ella encarna la inverosimilitud máxima. Su edad, su falta de conocimientos y de capacidad intelectual son sustantivos a la causa.  El rito de paso para pertenecer al grupo tribal “progresista” requiere aceptar a Greta. El historiador Nuval Noah sostiene que son débiles aquellos mitos tribales fácilmente aceptables. En primer lugar porque no permiten identificar fácilmente a los miembros del grupo (cualquiera puede creerlos). En segundo lugar porque un mito débil puede ser emitido – falsificado- por tribus enemigas. En tercer lugar porque la disposición de alguien que pasa la prueba de creer lo inverosímil siempre será de mayor lealtad al grupo que la de un incrédulo racional. Y en cuarto lugar porque en muchos casos la ficción es más agradable que la cruda realidad –en especial cuando se plantean las preguntas incómodas que requieren de elección y de costes de oportunidad asociados.  Greta es el mito fuerte necesario para superar el rito de paso y pertenecer a la  tribu.

Otro ejemplo lo encontramos en el movimiento feminista. En este caso la adhesión a la causa no se consigue simplemente defendiendo la igualdad de oportunidad de las mujeres, ni la necesidad de medidas de protección especiales, ni siquiera apoyando un endurecimiento de las penas a los agresores. No. El simbolismo y el rito incluye elementos como una tal Nadia Otmani. Esta señora encarna la inverosimilitud con la que hay que comulgar en el rito de paso. Una escena pública en la que grita a un político que no se enfrenta a ella. Sospecha vertida de un pasado de subvenciones ilícitas, episodio de narcotráfico y defensa de la cultura de su país de origen frente al país de acogida. Todos ellos elementos para dificultar la adhesión racional y marcar claramente al  único grupo genuinamente “de progreso feminista”. El resumen en lenguaje vulgar sería “si tragan con esto, podemos contar con ellos para cualquier cosa”. Y como indicaba anteriormente, “cualquier cosa” significará en última instancia una reestructuración de la sociedad jerarquizada con la eliminación político-social de los chivos expiatorios.

¿Qué ocurre cuando individuos considerados externos al grupo “izquierda-progreso” se saltan el rito de paso para adherirse a la causa?  Un ejemplo es el partido político Ciudadanos.  Recordemos cómo fueron expulsados de la manifestación LGTBI en Madrid: gritos, excrementos e intento de agresión. También expulsados de la última manifestación feminista: “Sois otro tipo de personas, no os queremos aquí». Estas son pruebas claras de que estos grupos-tribu de “progreso LGTBI” o “izquierda feministas” no buscan ampliar su radio de acción con adhesiones que faciliten la implantación institucional de medidas favorables a su causa.  Siguiendo las tesis de los autores antes mencionados, la reacción de los “grupos de progreso” fue precisamente la de identificar a un chivo expiatorio: “Ciudadanos no puede estar en la manifestación porque ha pactado con VOX (aunque sea en temas que nada tienen que ver con la causa LGTBI)”.  Se puede ya entrever cual será la redención que el “progreso” ofrecerá a Ciudadanos y otros derrotados si gana la guerra cultural: matar al chivo expiatorio VOX.

El debilitamiento de la sociedad estructural y el fortalecimiento de estos grupos communitas “de progreso”  van aparejados. El primero ha venido de la mano de  la corrupción nacional política y económica de los últimos años, de intereses de otras naciones que exceden este texto y del empobrecimiento de un sistema educativo que prima los afectos frente a los conceptos –caldo de cultivo para la adhesión al mito.

En el futuro asistiremos a un intento de reestructuración social por parte de los grupos communitas de “progreso”.  El ámbito de esta reestructuración podría ser más amplio que el que recoge su discurso público, pues incluiría ordenación territorial, sistema impositivo, judicatura o sistema educativo. 

Con este panorama, ¿qué hacer? En mi opinión, la batalla debe librarse en varios frentes. Por supuesto, triturar racionalmente los elementos míticos adjuntos a las causas. Además, no renunciar a ninguna de las herramientas institucionales para luchar sobre asuntos que son contrarios al ordenamiento legal vigente. Y fundamental, recuperar la única communitas que puede vincularnos a todos y cimentar la eutaxia del Estado: la Nación Española.  

Pablo Monteagudo