Justo antes de terminar el pandémico 2020 España y Reino Unido llegaron a un principio de acuerdo –tras el ímprobo trabajo de seis meses y «dos largas noches sin dormir»– acerca de Gibraltar; un acuerdo sobre el que se podrá levantar, ya sin la presión del Bréxit, un tratado entre Reino Unido y la Unión Europea.Como indicó en nochevieja la ministra de exteriores González Laya, en lo ya en un principio acordado se estipula que gracias a España Gibraltar podrá seguir disfrutando del espacio Schengen, pues España se hará responsable, según la versión de González Laya, a través de un sistema de doble control de su aplicación en ese colonizado territorio, y contará con la asistencia del Frontex (la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas) durante 4 años. También indicó que gracias a este principio de acuerdo se podrá «levantar la verja» –un «levantamiento» que parece ser que se llevaba ya preparando, al menos, desde el día 18 de diciembre, con lo que el principio de acuerdo tan apurado no sería–. Esto se supone que implica que los españoles que quieran entrar a trabajar en Gibraltar lo harán libremente, mientras que los británicos que quieran entrar en el peñón deberán hacerlo con «algún tipo de control» con pasaporte en frontera. En cualquier caso la soberanía sobre el Peñón no cambia, como aclaró la ministra, como era de esperar y como también aclaró Fabián Picardo en una entrevista en El País, en la que declaró, muy contento, que Gibraltar y el Reino Unido no han cedido soberanía, jurisdicción o control. También aclaró Picardo en su discurso para felicitar el año nuevo a los gibraltareños que el principio de acuerdo alcanzado no es legalmente vinculante, que lo será el tratado que se alcance con la Unión Europea, que no tiene reivindicaciones soberanas sobre Gibraltar. El principio de acuerdo (y ya se verá el tratado) también incluye que se podrán establecer medidas de «competencia leal» –aunque ya sabemos lo leales que son los británicos en sus acuerdos y tratados– en materia de fiscalidad –recordemos que Gibraltar además de una colonia británica es un paraíso fiscal–, medioambiente y cuestiones laborales. Hecho esto –dos noches son muchas noches sin dormir–, España cede el testigo a la Comisión europea para cerrar en seis meses el tratado final con Reino Unido; porque eso sí, la Unión Europea no puede acordar nada con Reino Unido que afecte a Gibraltar sin la solicitud de España. ¡Hasta ahí podríamos llegar!

En cualquier caso la ministra española se felicitaba del principio de acuerdo, ya que sin él Gibraltar –que desea seguir formando parte del espacio Schengen– habría sido el único lugar donde se habría aplicado un «Bréxit duro», puesto que el peñón no entraba en el cacareado acuerdo alcanzado en nochebuena entre la Unión Europea y Reino Unido. Y no dudamos de la importancia del acuerdo y de que pueda tener algunos aspectos beneficiosos para España, sobre todo si tenemos en cuenta que más de 15.000 españoles cruzan la verja todos los días para trabajar en Gibraltar –y lo tienen que hacer porque, descartando el tráfico ilegal de drogas y personas, la economía que rodea al Peñón y los territorios y aguas ilegalmente en propiedad británica está destruida, como suele pasar en las zonas donde hay paraísos fiscales–. Pero hay otros aspectos que son importantes, empezando por el de la soberanía, que sigue y seguirá en manos británicas puesto que al parecer España ha renunciado a ella. Es posible que por ello Fabián Picardo agradeciera públicamente el «nuevo clima» de entendimiento con el Gobierno español. Era justo ahora cuando España podría haber aprovechado para ejercer mayor presión para avanzar en la soberanía de la colonia británica o, al menos, intentar que Reino Unido cumpliera los pactos ya históricos entre ambos países –hasta la ONU reconoce que Reino Unido es la potencia encargada de descolonizar Gibraltar–. Pero el Gobierno español no ha querido hacerlo o, lo que es incluso peor, no ha sabido ni ha podido. Ahora, con un Gibraltar fuera de la Unión Europea y dentro sólo en lo que le interesa, la oportunidad está perdida. A partir de ahora, ante cualquier conflicto, y ya los hay, España está sola ante Reino Unido, si es que éste no hace oídos sordos a nuestro país, como suele, y como mucho nos manda a «dialogar» con Picardo. Si España antes, con la sombra de la Unión Europea a las espaldas, no era capaz de imponer sus intereses, una vez que la Unión acuerde lo que le interesa y se desentienda de los intereses españoles, lo será menos todavía.

Tanto es así que en este acuerdo España ha reconocido algo que ya desde el 2019, con Josep Borrell al frente de Exteriores, se viene fraguando, a saber: el reconocimiento de unas «autoridades gibraltareñas» que tendrán capacidad negociadora, con lo que diplomáticamente esto implica en favor de la renuncia al control y soberanía del Peñón –no se aceptará siquiera, según ha anunciado Fabián Picardo en respuesta a la versión de la ministra española, que los agentes que controlen el puerto y aeropuerto sean españoles, con lo que una vez acabados los 4 años de asistencia por parte del Frontex es de suponer que quien controle las zonas de Gibraltar no será España, sino la Agencia de Guardacostas y Fronteras de Gibraltar, como explicitó Picardo–. Quizá gracias a este reconocimiento por parte de España se consiguieron esos acuerdos de «competencia leal», acuerdos que seguro que desde el Peñón y las islas de habla inglesa no se aprovecharán en beneficio propio y en detrimento, una vez más, de España. Segurísimo. Un ejemplo de esto que decimos puede estar en otra de las cesiones de España en este principio de acuerdo, una cesión que abunda en el efecto de agujero negro económico que el paraíso fiscal provoca –por más que tanto la ministra como el Presidente del Gobierno, mediante un tuit, hayan expresado cursi y vacuamente que buscan que la zona del Campo de Gibraltar sea también una zona de «prosperidad compartida», aunque los ingleses no renuncien a la soberanía–, y que se puede resumir en el reconocimiento del privilegio de las sociedades offshore del peñón.

¿Qué ha conseguido pues España en este principio de acuerdo y posterior tratado? Cosas muy importantes. Ha conseguido reconocer la condición de paraíso fiscal de Gibraltar y reconocer al Peñón como una entidad política con representantes propios, de modo que las relaciones ahora serán a tres bandas (dos contra uno). Ha conseguido que sus intereses soberanos y económicos y su razón legal, que le favorece, desaparezcan. Y eso a cambio de la libre circulación de los españoles que no tienen otro sitio al que ir a trabajar. El Gobierno español ha conseguido reconocer su impotencia, pues considera que lo importante es «gestionar» la interdependencia con Gibraltar, como indicaba la ministra González Laya en su rueda de prensa. Porque claro, las distintas autoridades negociadoras, dijo la ministra, podrían haber tenido «una larga discusión sobre qué significa la soberanía en el siglo XXI» –¡en pleno siglo XXI!–, pero no, lo que se buscaba simplemente era «gestionar nuestra interdependencia y hacerlo a través de la corresponsabilidad». Es decir, lo que hicieron las autoridades españolas en esos seis meses y dos largas noches sin dormir fue renunciar a las reclamaciones que España viene manteniendo desde el siglo XVIII, echar por tierra los esfuerzos del equipo diplomático español durante tantas décadas, olvidarse de que el derecho internacional nos favorece y poner a España en una situación de debilidad aún mayor. Pero bueno, tendremos interdependencia y corresponsabilidad, al menos mientras Picardo nos deje.

Una vez más, desde DENAES no podemos más que llamar la atención sobre la debilidad creciente de España tanto interna como externamente –una cosa se sigue de la otra–. Una posición de debilidad que, como en el caso de Gibraltar, tanto el Gobierno actual como otros anteriores, en mayor o menor medida, han contribuido a aumentar. Y es que, como señalamos en un editorial anterior, mientras España y sus Gobiernos no cuenten con una demografía fuerte, una estructura territorial cohesionada, una economía industrial y tecnológicamente fuerte, gobernantes a la altura de las circunstancias que no piensen sólo en las próximas elecciones, un ejército fuerte con sueldos y equipamientos decentes y una diplomacia fuerte con unos objetivos claros, o al menos con unos objetivos, esa debilidad no hará más que aumentar. Hasta que España simplemente no dé más de sí y no haya ni España que (mal) gobernar. Y para contar con todo ello es necesario que dichos Gobiernos hagan todo lo posible, aunque sea pasar dos largas noches sin dormir, para que así sea. Pues para eso son elegidos. Desde DENAES, por tanto, instamos una vez más tanto al Gobierno español –nos da igual el «signo político» que éste tenga ahora y en lo sucesivo–, y a los españoles a instar a dicho Gobierno, a hacer todo lo necesario para que los intereses de España, que son los intereses de todos los españoles, se cumplan en la mayor medida de lo posible. Porque una cosa hay que tener clara, y es que ante una España tan débil –y sola, porque no hay que hacerse ilusiones acerca de la unión política de la Unión Europea– el Reino Unido jamás soltará a su presa.

 

Emmanuel Martínez Alcocer