Desde la Fundación DENAES queremos advertir de la progresiva y dañina degeneración de los protocolos y formalidades entre los miembros de la clase política


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Tenemos el desafío de destacar. Así hablaba Pablo Manuel Iglesias Turrión, líder del partido no nacional Unidos Podemos, el pasado lunes en su blog del diario Público. Apenas unas horas después de la muerte de la exdiputada del Partido Popular y exalcaldesa de Valencia Rita Barberá, puso en ejercicio ese desafío; la máquina propagandística no para. Cada día es una oportunidad en esta política espectáculo que vivimos, donde lo importante no es ser, sino parecer y sobre todo aparecer, cada minuto cuenta, aunque los cadáveres estén aún calientes.

Así pues, la misión del grupo podemita en ese día iba a ser abandonar el hemiciclo en el minuto de silencio que se iba a dedicar a la fallecida Barberá, amparándose en los casos de corrupción por los que la misma fue investigada aunque, es importante señalarlo, nunca condenada. Así pues, el grupo no nacional de Unidos Podemos procedió como decimos cuando el momento del acto tuvo lugar, alegando que el respeto y el pésame por la familia era indiscutible pero que ellos, encarnación al parecer prístina de la democracia y de la gente, no podían participar en un homenaje manchado por la corrupción.

Unidos Podemos, sin embargo, no ha tenido tapujos en aplaudir en otras ocasiones, en ese mismo hemiciclo, donde reside y se representa la soberanía nacional, a diputados representantes del secesionismo vasco y el terrorismo etarra –cuya presencia ya es de por sí un despropósito– o en exhibir pancartas en defensa de otros sujetos, estos sí, condenados por diversos delitos como los de agresión. Teniendo, además, entre sus filas a diputados también juzgados por casos delictivos y hasta exconvictos.

Es sabido que las comparaciones son odiosas, pero no siempre están fuera de lugar. Y nosotros quisiéramos hoy comparar esa actitud con la ejercida por otros diputados, en concreto nos referiremos a Gabriel Rufián. El líder de ERC, partido secesionista catalán –cosa que, como ya se ha dicho aquí otras veces, es una aberración política–, a diferencia del grupo podemita, afirmó ante los medios, sensatamente, que no era momento de hacer política sino de respetar el dolo por la muerte de la exalcaldesa del PP. Una muerte que ha generado un indudable revuelo político y mediático, quizá por mostrar o destapar muchas vergüenzas, hasta de miembros de su partido. Y es que las hemerotecas son muy traicioneras para la contingencia política.

Pues bien, ante esta diferencia nos preguntamos: ¿no exhibe la actitud de Rufián un menor fanatismo que el ejercido por el grupo podemita? O dicho de otra forma, ¿no es el partido no nacional Unidos Podemos un peligro aun mayor –repetimos, aun mayor– que el secesionismo para la Nación española y su unidad? Y es que las formas, como las de respeto, nunca son sólo formas. Porque no hay forma sin materia ni materia sin forma. Y las formas de actuar del grupo podemita no exhiben sino una total ausencia de respeto ante las instituciones y diputados con los que comparten debate, o disputan. Diputados que, recordemos, son representantes de sus votantes. Por tanto, la falta de respeto entre diputados es, a su vez, una falta de respeto a quienes les votan, cuando no a la Nación en su conjunto.

Desde la Fundación DENAES queremos advertir de la progresiva y dañina degeneración de los protocolos y formalidades entre los miembros de la clase política. Degeneración que supone una degeneración de la política misma y de la democracia española. Porque no toda corrupción es ilegal y no siempre la corrupción ilegal es la más perniciosa. Llamamos, pues, la atención sobre estos preocupantes sucesos y animamos a los miembros de la clase política a que moderen sus actitudes, mostrando respeto tanto a los diputados de partidos rivales como a sus votantes y a la Nación.

Fundación para la Defensa de la Nación Española.