En todos los partidos hay corrientes ideológicas que, o bien envuelven el partido o tienen un peso significativo en él, y que constituyen una seria amenaza para España


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Durante este último mes se han podido leer en la prensa declaraciones de varios dirigentes de distintos partidos políticos que han puesto la nación entre paréntesis. La última ha tenido lugar el pasado lunes por parte de Alberto Núñez Feijóo —a la sazón, presidente de la Junta de Galicia y del Partido Popular gallego—, diciendo que «la ley nunca puede ser un obstáculo para que exista empatía», «que es poco saludable hacer exorcismos con el nacionalismo catalán» o defendiendo la necesidad de «hacer más autonómico el Estado de las autonomías» puesto que «no es fácil de explicar que a Cataluña no se le dé un concierto económico cuando lo tienen vascos y navarros».

Anteriormente Inés Arrimadas —presidenta del Grupo Parlamentario de Ciudadanos en el Parlamento de Cataluña— rebajó la beligerancia frente al secesionismo catalán mencionando que estaría dispuesta a participar en un referendum si el escenario es «uno absolutamente legal y que tuviera validez».

Por su parte, Cristina Cifuentes —presidenta de la Comunidad de Madrid y miembro del Partido Popular—, en una defensa de su política fiscal dijo el pasado día 17 que «los madrileños están pagando 3.000 millones de euros para que los andaluces tengan sanidad, educación y demás».

Más allá de las declaraciones, también ha sido noticia la decisión de Podemos Andalucía de constituirse como un partido autónomo. Desde su fundación, Podemos ha participado de la idea del derecho de autodeterminación y parece que ahora es esta misma idea la que está fracturándolo. De hecho, el secretario general de Podemos en Aragón, Pablo Echenique, tras ya haber reivindicado a Aragón como país anteriormente, abrió la puerta a constituir también en Aragón un Podemos autónomo.

Mucho más grave es la votación que ha tenido lugar en las Cortes de Aragón, mediante la que se ha aprobado una comisión parlamentaria para calcular la deuda histórica que el Estado [sic.] tiene contraída con Aragón, y que ha tenido el voto favorable de PP, PSOE, PAR, Podemos, CHA, IU y la abstención de Ciudadanos.

Sirva esta muestra de noticias como ejemplo de la descomposición ideológica en la que están sumidos amplios sectores de la clase política española. Más allá del formalismo jurídico o la apelación a los sentimientos presentes en algunos de los cortes seleccionados, lo que reviste mayor peligro es la consideración de las distintas partes del territorio nacional como sujetos a los que cabe pagar deudas y contabilizar sus contribuciones al erario. Olvidando que los que tributan son los ciudadanos.

Por supuesto, no cabe homologar a todos los partidos políticos como si todos constituyeran un peligro de igual calibre para la Nación española. Sin embargo, en todos ellos hay corrientes ideológicas que, o bien envuelven el partido o tienen un peso significativo en él, y que constituyen una seria amenaza para España. En el caso del PP destaca la asunción acrítica de la situación presente (concretamente, del Estado de las autonomías y del concierto con la UE —olvidando que para mantener cualquier acuerdo internacional no basta con la voluntad de una de las partes y que la prudencia, asumiendo que el camino sea Europa, pasa por planes de contingencia para el caso de que la UE salte por los aires—). En el del PSOE cabe destacar una vez más su defensa del federalismo, entre otros. En Ciudadanos, su europeísmo y su fundamentalismo democrático (que lo acerca a Podemos). Y en Podemos, su intención expresa de realizar tantos plebiscitos sobre su «autodeterminación» como regiones lo soliciten, acompañado del uso como significantes vacíos de términos como patria o pueblo, o su voluntarismo postmoderno.

Si no contemplan la nación en su discurso, en sus análisis, en sus políticas (hasta el punto de admitir el galleguismo, el catalanismo, el andalucismo &c.), ¿hasta qué punto cabe llamarles partidos nacionales?

En un momento en el que se están abriendo debates que van desde el sistema de pensiones (y en la medida que le afecta, la estructura demográfica de España), pasando por el sistema de financiación autonómica y llegando hasta el modelo educativo, con una situación internacional que se presenta cambiante (especialmente en el seno de la OTAN y la UE), desde DENAES exhortamos a que se empiecen a plantear planes y programas nacionales con vistas a diez, veinte o treinta años. Lo que sólo puede ser posible recuperando como perspectiva de análisis a la Nación española y todo lo que ella implica.

Fundación para la Defensa de la Nación Española