Esta semana, en la Asociación de la Prensa de Madrid ha tenido lugar un acto importante. Asistieron a él el director del Observatorio de Ceuta y Melilla, Carlos Echeverría, así como Carlos Rontomé Romero, vicepresidente segundo y consejero de Educación y Cultura de Ceuta y Antonio Bravo Nieto, cronista de la ciudad de Melilla. Motivó dicho acto la presentación de un informe, a cargo de Echeverría y que ha contado con el apoyo del Instituto de Seguridad y Cultura, que tiene por título Las raíces históricas de Ceuta, Melilla y el resto de territorios españoles en el norte de África.

En el estudio de Echeverría se nos ofrece un recorrido histórico y legal en torno a estos territorios españoles que se mencionan, dejando clara la vinculación para con España del territorio ceutí ya desde el siglo XV (aunque en un principio como territorio de la corona portuguesa y posteriormente española) y desde 1497 para Melilla. Así mismo, aclara cómo el peñón de Vélez de la Gomera forma parte de España desde 1564 y cómo el peñón de Alhucemas es español desde 1673 (aunque éste ya cuenta con vínculos desde 1560). Y en la presentación del estudio, en la mesa redonda realizada en la Asociación de la Prensa de Madrid, recalcó que del estudio se pueden sacar una serie de conclusiones. Unas conclusiones de gran importancia para España y con las que aquí concordamos: de gran relevancia es el hecho demostrado de la voluntad secular española en la defensa de dichos territorios; no menos importante es que la ocupación efectiva de esos territorios ha sido constante a lo largo de la historia española, y además de en los propios argumentos históricos se apoya en los legales aportados por sucesivas constituciones españolas, desde la de 1812 a la actual; Ceuta y Melilla, añade, han sido ciudades y territorios frontera de España siempre y sólo en los años del protectorado marroquí (1912 – 1956) dejaron de serlo por motivos administrativos, volviendo a serlos tras la venida de Marruecos al mundo (1956); a su vez considera que, actualmente, la reivindicación por parte Española de dichos territorios no debe limitarse a hechos puntuales de agresiones, como el intento de ocupación marroquí del peñón del Perejil (2002), o los periódicos asaltos a las vallas fronterizas; y señala la necesidad de llamar la atención sobre territorios como la Isla de Alborán, que aunque forma parte de Almería no pocas veces los marroquíes, a través de medios de comunicación y ONGs, han manifestado como suya.

Como hemos apuntado, estamos muy a favor de un estudio como el de Carlos Echeverría, así como de las reivindicaciones que el autor hace. Pero a pesar de los méritos de estos estudios queremos apuntar al hecho que revela precisamente la necesidad de la realización de este tipo de estudios y de este tipo de reivindicaciones. El propio Carlos Echeverría, además de dejar claro que nuestros antepasados tuvieron una voluntad inequívoca de defender la españolidad de estos territorios, no deja de recalcar la necesidad de realizar un «esfuerzo pedagógico» para que los españoles, así como los demás europeos, sepan de la importancia de estos territorios. Y es que los españoles actuales, o al menos muy buena parte de ellos, no tienen tanta voluntad como nuestros antepasados por defender estos territorios hispanoafricanos. Es imposible que la tengan cuando siquiera saben apenas nada sobre ellos (excepto aquellos que viven en los mismos), de ahí la necesidad de un «esfuerzo pedagógico». De modo que España en vez de una voluntad nacional lo que está manifestando es, en palabras de Unamuno, una peligrosa noluntad nacional.

Que los informes como los de Carlos Echeverría o que los constantes esfuerzos y denuncias de DENAES sean tan apremiantes lo que nos muestra es que España está perdiendo su voluntad de perseverar en el ser, de ser España. Si los españoles, al menos los no residentes en los territorios hispanoafricanos mentados, se interesan poco o nada por ellos o por que sigan siendo españoles ante la amenaza marroquí; si apenas los conocen (y hay muchos que no saben que las Chafarinas, por ejemplo, son españolas), es porque los españoles han perdido el interés por partes importantes de su país. Que haya una buena parte de españoles en muchas regiones de España que quieran dejar de serlo, intoxicados por odios ideológicos y victimismos delirantes, robando esos territorios a sus compatriotas, indica que buena parte de los españoles han perdido el interés por la pervivencia de su país, de su patria, de aquello que les ha dado su ser y su vida así como la de su ascendencia, para bien o para mal. Que haya partidos políticos, por llamarlos así, con sus sediciosas posaderas en la sede de la soberanía nacional buscando la destrucción del Estado del que se supone que son parte muestra el grado de imprudencia y locura objetiva que nuestra nación ha alcanzado; muestra que España ha perdido interés en la persistencia de su Estado, en su eutaxia. Que haya una buena parte de españoles que sean capaces de votar a su partido ocurra lo que ocurra, sea causante de mayor o menor corrupción, o causante de mayores o menores desastres políticos muestra que buena parte de españoles son incapaces de cualquier juicio crítico propio de ciudadanos libres. Muestra que España dejó de ser un país de opiniones, como recalcaba Clara Campoamor, para ser un país de partidos y de súbditos de estos. Muestra, en definitiva, su noluntad nacional.

Sabemos que, aunque sean parte de ella y no parte despreciable, la realidad política no se mueve simplemente por palabras, por los bellos discursos, por tal o cual voluntad particular ni por bellas ideas, como la democracia, esa palabra comodín que sirve para justificar, si hace falta, desigualdades, privilegios y sediciones. Por eso desde DENAES no nos queda más remedio, en la medida de nuestras fuerzas, que pedir a todos los españoles que se tomen el interés necesario para el mantenimiento de nuestra nación, el barco en el que navegamos todos. Porque si se hunde nos hundimos todos. Así como pedir a nuestros dirigentes que sean buenos demócratas y defiendan la fortaleza del Estado español, con todo lo que esto implica; un Estado que es el sostén de la libertad de los españoles, de sus territorios y de su democracia.

 

Emmanuel Martínez Alcocer