Ahora que los niños del Sahara se bañan en las piscinas españolas, comen decentemente y viven un paréntesis en la existencia infrahumana de refugiados, de perseguidos en su propia tierra por el ejército marroquí, nos gustaría proponer al muy humanitarista gobierno de Zapatero que, en reciprocidad, pasara la misma cantidad de tiempo veraneando en el Sahara…

Unos 9.000 niños saharauis, de entre siete y doce años y procedentes de los campamentos de refugiados, pasaran en España el verano gracias al programa “vacaciones en paz” puesto en marcha, desde hace 23 años, por las asociaciones amigas del pueblo saharaui que hay repartidas por toda la geografía española.
Son nietos de quienes, en su día, fueron cobardemente entregados a Marruecos por el gobierno de entonces, en uno de esos episodios verdaderamente negros de la Historia de España. Negros por cobardía, por dejación y desprecio por la nación étnica saharaui, ciudadanos españoles, entonces, que, abandonados a su suerte, pasaron a ser cautivos, hasta ahora, de Marruecos.
Los documentos desclasificados por Washington revelan que la invasión del Sahara por Marruecos obedeció a los planes de EE.UU; planes que el director adjunto de la CIA, Vernon Walters, amigo personal de Hassan II, impulsó con vistas a lograr la “estabilidad” del mediterráneo occidental y la libertad de movimientos de la VI Flota, esencial para el mantenimiento de los intereses de EE.UU sobre Oriente Próximo. El fortalecimiento de Marruecos, con la colaboración de Francia, en detrimento de Argelia –aliada de la URSS- para lograr el control de la costa atlántica del norte de África parecía la mejor opción en los años setenta, con Portugal y España en situación de incertidumbre política.
Hoy han cambiado las tornas. Desaparecido el problema de la URSS y con España y Portugal en la OTAN, cabría esperar que el gobierno de Zapatero -tan humanitarista, al parecer- exigiera a Marruecos cumplir con las resoluciones de la ONU referidas al derecho de autodeterminación del pueblo saharaui, que cumpliera con los deberes éticos mínimos de la declaración de los Derechos Humanos, que dejara de torturar a las gentes del desierto. Todo esto que la farándula socialdemócrata reclama para Iraq, para el Tíbet, hasta para los paisös catalans, no rige, sin embargo, para el Sahara.
El gobierno tiene como “socio preferente” al teócrata alauita, “sobrino” de su Majestad (su padre ya fue declarado “hermano”), al constructor del Gran Marruecos mediante la penetración en la soberanía española y su consiguiente destrucción. Primero fue el Sahara quien cayó pasto de la geoestrategia y de los negocios hispano-marroquíes. Ceuta y Melilla son la siguiente escala.
Ahora que los niños del Sahara se bañan en las piscinas españolas, comen decentemente y viven un paréntesis en la existencia infrahumana de refugiados, de perseguidos en su propia tierra por el ejército marroquí, nos gustaría proponer al muy humanitarista gobierno de Zapatero que, en reciprocidad, pasara la misma cantidad de tiempo veraneando en el Sahara, en lugar de dedicarse a vender armamento militar al vecino reino de Marruecos.
Es muy loable la actitud de estas organizaciones amigas del pueblo saharaui, pero la solidaridad con este pueblo implica el enfrentamiento con su opresor. La política de los socialdemócratas deja a los saharauis atrapados entre dos fuegos: el de la munición del ejército marroquí -que, generosamente, dona el gobierno español en más de una ocasión- y el del olvido de los “progres” (y otros no tan progres) españoles, siempre dispuestos a manifestarse por el pueblo palestino o iraquí, pero no por ellos.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA