Es necesario que declaremos la guerra no sólo a las «naciones» periféricas, sino también a sus aliados: los tópicos españolistas pueriles, reductores y superficiales que a menudo sirven de útil caricatura para los intereses bastardos de todo tipo de secesionismos.


f28unamu.gifHoy, hace justo cien años, pronosticaba don Miguel de Unamuno de este modo:

“Lo más opuesto a buscar la vida en la verdad es proscribir el examen y declarar que hay principios intangibles. No hay nada que no deba examinarse. ¡Desgraciada la patria donde no se permite analizar el patriotismo!”

Decimos que pronosticaba el agónico vizcaíno porque, si algo afecta gravemente un siglo después a la Nación española, es la ausencia de un patriotismo meditado, contrastado y profundo; es decir, a prueba de bomba frente a nacionalismos que basan todo su tinglado en fantasías seudorrománticas, falsas y pueriles justificaciones históricas o metafísicas que durante todo este tiempo han venido calando en una sociedad -la española- cada día más narcotizada de panfilismo inconsciente, buscado y fomentado tanto por el Gobierno como por sus aliados separatistas. Tan gran vasco y tan gran español -tanto monta- como don Miguel tenía muy claro, también en 1908, el origen de este mal al que hoy se trata de bien y, lo que es más grave, se justifica y promueve por parte de los poderes públicos:

“Infantilismo, puerilidad es lo que caracteriza al movimiento llamado nacionalista y al que me gustaría más llamar con su antiguo nombre, el de bizkaitarra. Este movimiento, en efecto, que en rigor no es político, se vacía de puerilidades de liturgia, en batzokis, en aurreskus, en misas cantadas, en catecismos, en banderas y en jugar a la diputación del partido y a las excursiones: infantilismo puro. Es infantilismo que delata o lleva consigo una depresión mental”.

Pues bien, la Fundación para la Defensa de la Nación Española tiene justamente como principal misión, desde su origen, el revelar en toda su unamuniana dimensión -rica, compleja, entusiasmada y quizás nunca tan agónica- una verdad que en más de quinientos años jamás se había manipulado, tergiversado o negado en términos tan viles y vergonzosos: la asombrosa proporcionalidad entre nuestro común tronco histórico-político, engordado a través de siglos de Reconquista y glorioso Imperio, y un riquísimo, complejo legado espiritual del que todos los españoles debemos sentirnos orgullosos.

Precisamente ahora, cuando desde las más altas instancias de la Nación se trata de relegar al patriotismo español -el único natural e históricamente posible- a una infantilización semejante a aquella denunciada ya por Unamuno y con la que se justifican las falsas “naciones” periféricas, es necesario que desde instituciones como la Fundación DENAES se declare la guerra no sólo a aquéllas sino también a sus aliados: los tópicos españolistas pueriles, reductores y superficiales que a menudo sirven de útil caricatura para los intereses bastardos de todo tipo de secesionismos.

No cabe duda de que la solución pasa, en primer lugar, por un cambio radical en la política educativa -capa basal de toda nación sana- que ponga freno a tanta mentira y disparate. Pero también, si las circunstancias -como aquí sucede- impiden esto último, el papel de la familia cobra mayor importancia, si cabe, en esa búsqueda unamuniana de argumentos para la reconquista de una Nación orgullosa y fuerte. Por eso, desde la Fundación DENAES apoyaremos siempre el fundamental e insobornable derecho de los padres a inculcar en sus hijos ese mismo germen de espíritu crítico en que ha de basarse el patriotismo sustancial a toda nación sana; y consecuentemente a enfrentarse, objetar y luchar con todas sus fuerzas contra educaciones para la ciudadanía (¿de qué “ciudadanía” estamos hablando?) y demás injerencias de un Gobierno que a toda costa quiere inyectar el síndrome de Peter Pan en toda una generación de nuevos españoles.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA