Resulta algo bien claro que, una vez desprendida de todo contexto positivo de consideración, semejante idea de igualdad no puede ser mucho más que una de las gruesas sustantificaciones metafísicas a las que con tanta pujanza tiende el pensamiento de Zapatero-Alicia.

En el gabinete anunciado el pasado sábado por el Presidente Rodríguez, y junto con las consabidas figuras que mantienen sus carteras (Moratinos, Rubalcaba, Solbes, Fernández de la Vega, etc.) o flamantes incorporaciones al Consejo de ministros como las de Sebastián, se ha distinguido con luz propia la creación de un nuevo ministerio dedicado a la «igualdad» cuyo desempeño correrá por cuenta de la que ya es conocida como la «ministra más joven de la democracia»: la política gaditana doña Bibiana Aído quien fuera, entre otras hierbas autonómicas más o menos «identitarias», directora de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco.
Ahora bien, nos gustaría llamar la atención sobre el hecho, en absoluto sorprendente al menos cuando se lo considera a la luz del «pensamiento» desplegado a estos respectos por ZP, de que tal ministerio de nueva factura aparezca como referido a la «igualdad» en general, es decir, a una supuesta «igualdad» dibujada en términos absolutos y dada, parece, enteramente al margen de cualquier parámetro que pudiese dotar a tal idea de un sentido preciso y definido (por caso: igualdad de peso, de altura, de renta, etc., etc.) con lo que, comoquiera que cuando se refiere la «igualdad» a todo parámetro posible la propia idea de «igualdad» se difumina en cuanto que aplicada ella misma a individuos sustancialmente diversos (por el principio que Leibniz llamó de «identidad de los indescirnibles»), resulta algo bien claro que una vez desprendida de todo contexto positivo de consideración (es decir, una vez separada de sus parámetros precisos), semejante idea de igualdad no puede ser mucho más que una de las gruesas sustantificaciones metafísicas a las que con tanta pujanza tiende el pensamiento de Zapatero-Alicia (civilizaciones, identidad, cultura, memoria histórica, etc., etc., etc.), en cuyo caso, sin duda, mal podría, semejante «idea fantasma» exigir el establecimiento de un nuevo ministerio.
Y a la contra: si tratásemos de reconstruir algún sentido positivo -por ejemplo, y en este caso, político- de la idea de «igualdad» en virtud de la reintroducción de los parámetros en la discusión, entonces, por fuerza, habría que reparar en cosas como las que dijo con extraordinaria contudencia la diputada Rosa Díez en el debate de investidura del candidato Alicia, o, incluso, en cosas como las que Montesquieu dejó escritas en su obra El Espíritu de las Leyes el año 1748: «El amor a la república en la democracia es el amor a la democracia y éste el amor a la igualdad».
Desde la Fundación DENAES y ante la tesitura propiciada por un nuevo ministerio dedicado competencialmente a promover la «igualdad» desde el gobierno de España, no podemos menos que preguntarnos: ¿va a proceder la señora ministra a revertir aquellos obstáculos, incluso constitucionales, estatutarios &c, que por el momento bloquean, en muchas regiones de España (de hecho, al límite, en todas) «el amor a la Nación española», es decir, el amor a la igualdad entre sus hijos?
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA