España es sinónimo de vida en libertad, en una sociedad plural, donde cabemos todos. Por el contrario, el proyecto separatista pretende implantar en cada una de sus regiones un modelo autoritario.
Las minorías separatistas en el Parlamento han promovido un debate para que sus comunidades autónomas puedan tener selecciones “nacionales” deportivas. El debate ha dado ocasión a una singular exhibición de camisetas –vasca, catalana, gallega-, que el diputado del PP por Ceuta Francisco Antonio González secundó de una manera inesperada: exhibiendo la camiseta de la selección nacional española y afirmando que en ella caben todas las demás.
Por supuesto, puede deplorarse que el Parlamento, que debe ser escenario de la palabra y la argumentación racional, termine convertido en un escaparate de gestos emotivos y retórica textil. Pero el nivel de la vida pública española es el que es y no parece fácil que vaya a cambiar de aquí a unos años. Y dentro de ese contexto de parlamentarismo emotivo y gestual, la posición escogida por el diputado del PP no puede ser más correcta: en efecto, la actitud de los patriotas españolas se distingue de la actitud de los separatistas en que nosotros estamos por la integración y la inclusión, mientras que ellos, los separatistas, están por la fragmentación y la exclusión; para nosotros, españoles, un vasco o un catalán –incluso nacionalista- es un ciudadano como nosotros, mientras que para ellos, separatistas, cualquiera que se diga español –sea vasco, catalán o de otro lugar- es un enemigo al que hay que apartar.
España es sinónimo de vida en libertad, en una sociedad plural, donde cabemos todos. Por el contrario, el proyecto separatista pretende implantar en cada una de sus regiones un modelo autoritario y excluyente. Esa es la verdad.