¿Cómo casaría la celebración del surgimiento mismo de la Nación política española, de hacerlo como la ocasión se merece, con una visión política tan absolutamente contradictoria con ella como la de Zapatero? ¿No parecería la mera existencia de la Nación española para nuestro Presidente una verdad incómoda que no se debería gritar muy alto?


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El pasado 19 de julio de 2008, mientras SS.MM. Los Reyes llegaban a su tradicional destino de vacaciones en Mallorca, la ciudad de Bailén hubiera querido celebrar por todo lo alto, o sea, precisamente con la presencia de los monarcas, el bicentenario de tan crucial batalla para la Guerra de la Independencia española. Pero no pudo ser y la fiesta se sucedió con el hueco significativo en el balcón de las autoridades.

A partir de entonces, la polémica en torno a dicha ausencia ha provocado las declaraciones de los distintos responsables políticos. Pero sin entrar en las supuestas razones de una agenda marcada por el PSOE que parece boicotear la celebración de los bicentenarios, en cualquier caso, más allá de una intención maquiavélica, quizá sea el mismo orden de las ideas inadecuadas que dirige al Gobierno el que se siga con rigor en estos acontecimientos. ¿Cómo casaría, si no, la celebración del surgimiento mismo de la Nación política española, de hacerlo como la ocasión se merece, con una visión política tan absolutamente contradictoria con ella como la de Zapatero? ¿No parecería la mera existencia de la Nación española para nuestro Presidente una verdad incómoda que no se debería gritar muy alto?

Desde la Fundación DENAES para la Defensa de la Nación española confiamos, no obstante, en que el grito suene lo suficiente como para que los españoles lo escuchen con motivo de las fiestas. Gracias a ellas, por ejemplo, acaso podamos ser conscientes de que la soberanía, ese poder que nos pertenece como cuerpo político constituido desde hace doscientos años, no puede entregarse sin más a las facciones secesionistas con las que el Gobierno trapichea, como hemos visto ayer hacer con Montilla. Y menos aún considerarse al Presidente del Gobierno como mediador entre España y Cataluña, por aquello que la Constitución de Cádiz, en su artículo 2 ya negó explícitamente, a saber, que la Nación española pueda ser patrimonio de ninguna familia ni persona.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA