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Desde que su nombre se vinculara al plan soberanista -cuya exposición en el Congreso de los Diputados, por cierto, no debiera haberse consentido- Ibarreche ha persistido en la amenaza. Ahora, con la de dirigirse al pueblo, esa entidad que el nacionalismo secesionista invoca cuando le conviene.

Y con la terminología propia del fundamentalista de la democracia, el presidente la Comunidad autónoma vasca nos quiere hacer creer a los españoles que “preguntar” o “decidir” son operaciones que pueden realizarse en el vacío, como si ellas en sí fueran dignas de respeto. ¿Quién puede tener miedo -nos reclama el demócrata Ibarreche- a que la sociedad vasca ejerza su derecho a decidir su futuro? Y la respuesta implícita es, evidentemente, un insulto: sólo el antidemócrata.

Pero tanto él como el resto de españoles sabemos que sobre España no se puede preguntar ni decidir porque es el supuesto mismo de la nación soberana que garantiza la institución que él gobierna. Y aquí reside el truco del fundamentalista, hacer pasar a España por el lecho de Procusto de la Democracia. Pues, así como se dice que Procusto acostaba a sus víctimas en lechos a los que sus cuerpos no se ajustaban, cortando los miembros cuando sobraban, Ibarreche nos quiere engañar con una supuesta identidad democrática no española de la sociedad vasca que resulta de haberla recortado del resto de la sociedad política española a la que pertenece.

Pero un miembro amputado no puede tener una identidad independiente, a menos que se integre en otro cuerpo. Otro cuerpo como Europa, en el que la identidad vasca, si no es como española junto al resto de España, quedará anegada como un territorio etnológico más en un mosaico sin historia.

De momento, la llamada Ley de Consulta para la Paz y el Acuerdo quiere ser el primer paso en tal proceso.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA