Parece imposible no ya evitar, sino sólo reducir el avance imparable de este giro siniestro de la identidad de España…

En el enrevesado sistema de la partitocracia española, la multiplicación autonómica de los “entes” políticos ha tejido una tupida red de clientelas, siempre atentas a la “oferta de empleo publico” que estos “entes” proporcionan en la forma de diputados, consejeros, directores, secretarios y subordinados de éstos en mayor o menor grado.
Esta trama de intereses, la mayor parte de las veces incapaz de justificarse por su gestión, necesita de un enorme aparato de publicidad, de marketing ideológico, con el fin, no ya de justificar sino, antes bien, de camuflar el enorme gasto que exige la financiación de estas tramas a base de dinero recaudado de los contribuyentes. Se ha constituido, a partir de estas redes de clientelismo político auspiciadas por el desarrollo autonómico, una España burocrática, una superestructura cuya finalidad es la de sostenerse a sí misma y en la que la principal damnificada es la Nación.
Las ideologías, verdaderos opiáceos, que esta trama segrega con el fin de sumar, en calidad de cómplices, a las masas de votantes, cuentan con un ejército de tertulianos, profesores, artistas y “creadores de opinión” encargados de publicitar sus bondades o de ocultar sus contradicciones, según convenga. Mientras se discute de izquierdas y de derechas, de las dos Españas, de violentos y demócratas, etc.; uno de los resultados más escandalosos, no accidental sino estructural, de esta red autonómica de poderes, es que media España se seca por la falta de una política hídrica nacional. Síntoma, como decíamos en el editorial de antes de ayer, de la disolución de la Nación en condados, ducados y marquesados post-modernos.
Parece imposible no ya evitar, sino sólo reducir el avance imparable de este giro siniestro de la identidad de España. En estos momentos de “tiempo muerto” del proceso de formación del legislativo y el ejecutivo, desde la Fundación DENAES tendríamos que insistir en la necesidad de un gran pacto nacional, antes de que sea demasiado tarde… si no lo fuera ya. Y es tarde, entre otras razones, porque la polarización de los ciudadanos en dos grandes partidos nacionales no es interpretada, por ninguno de los dos, como indicador de un deseo de unidad nacional de los españoles, sino como lo contrario: como premio, el PSOE, por su política de concesiones y pactos con partidos secesionistas y como resultado, el PP, de la buena gestión de sus “barones” en algunas autonomías (Madrid, Valencia, Murcia…), sin continuidad en otras (Cataluña).
La reforma de la Constitución del 78 y la devolución al Estado de las competencias esenciales que han ido desviándose a las autonomías, creando esta compleja red de intereses en la que los partidos políticos terminan por deshilacharse, no parece viable, al menos mientras la crisis económica no haga tambalear los cimientos de la España autonómica. En este panorama, que el PSOE vaya a pactar el gobierno de la Nación con el PNV, aunque éste mantenga en su puesto a la alcaldesa proetarra de Mondragón, puede ser repugnante, pero no tiene nada de especial, ni de ilógico si finalmente se sustancia. Es lo normal.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA