Las palabras del Rey hacia Zapatero se pueden interpretar en diversos sentidos


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A juzgar por cómo han caído entre los analistas y opinadores, parece que el Rey de España, con sus declaraciones sobre el presidente Zapatero, no hace otra cosa que aprobar su política. Ha sido, además, la primera ocasión en que don Juan Carlos se pronuncia públicamente sobre un Presidente del Gobierno.

Ahora bien, si el monarca expresó su opinión se debió a que una periodista del periódico El Mundo, Mercedes Ibaibarriaga, preparando una entrevista al presidente del Gobierno, según confiesa, quiso interpelar al Rey.

Con sus palabras (“-Majestad, ¿me permite hacerle una pregunta?”) comienza esa entrevista aparecida en el último suplemento dominical del periódico mencionado, que pasa, por cierto, por ser el “medio” de la oposición al gobierno de Zapatero.

Eppur si muove… porque para los anales del llamado “cuarto poder” la entrevista quedará como uno de los mayores panegíricos, que sepamos, hecho a ningún presidente. Con el título de “Zapatero íntimo” y un texto acompañado de fotografías ensalzadoras del personaje, no ya el Rey, insistimos, sino un inusitado documento de adulación emitido por El Mundo, es el que convierte al inquilino de la Moncloa en el santo laico que adelantaban las palabras del monarca.

Y es que don Juan Carlos, a pesar de que sus palabras han sido entendidas como un elogio, y prueba de ello ha sido que tanto miembros del gobierno como de la oposición las han disculpado como un desliz impropio de quien debe mantener la neutralidad, tampoco ha usado unos calificativos tan claramente significativos de virtud política o moral alguna. Es más, incluso se podría decir que ha señalado una serie de cualidades en sintonía con lo que Gustavo Bueno ha definido como Pensamiento Alicia, aquel cuyo simplismo se vale de una razón abstracta que todo lo encubre.

Honestidad, rectitud o integridad, pueden ser virtudes si presuponemos la materia que se mantiene recta, o limpia o íntegramente. En realidad son virtudes formalistas, que suelen ser vicios en realidad. Porque un estúpido puede ser recto en su estupidez; íntegro, en su incapacidad para incorporar nuevos elementos en su concepción de la realidad, que de simple que es, es íntegra, o sea, cerrada. E igualmente diremos para la honestidad, ya que la sinceridad o la coherencia no tienen relación directa con la verdad, que es lo que debe importar.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA