Tras el debate de ayer en las Cortes sobre la política anti-terrorista, todo apunta a que el presidente Zapatero se propone consumar un disparate: disolver las condiciones del pacto contra el terrorismo aún vigente y reformarlo según un criterio que ya no será el de la derrota de ETA, sino el del pacto con las minorías del Congreso de cara al “final de la violencia”. Es decir que, en nombre del “mayor acuerdo posible”, se pactará la política anti-terrorista con grupos que no sólo representan a una porción exigua de los españoles, sino que, además, contemplan entre sus objetivos máximos la disgregación de la unidad nacional de España tal y como la hemos conocido hasta hoy. Este camino, que pretende trenzar el problema terrorista con la reforma territorial para resolver los dos asuntos al mismo tiempo, ya ha demostrado que sólo lleva a agudizar los problemas: exacerba las pretensiones separatistas y, además, no sirve para frenar el terrorismo. Que el principal partido nacional de España, que es el PSOE, se empecine en este camino absurdo, es algo que escapa al entendimiento. Alguien en el PSOE tiene que dar un puñetazo sobre la mesa.