Hace falta, con urgencia, un gran pacto nacional que impida este sinsentido. De lo contrario, la fractura de España va a ser cosa de muy pocos años.
En un paisaje electoral de mayorías insuficientes, la llave del gobierno está en manos de los pequeños partidos que apoyan a los grandes bloques. Esto no es una novedad. Lo nuevo es que el pacto con tales “partidos bisagra” implique otorgar poder a minorías separatistas.
La función de los “partidos bisagra”, en cualquier democracia normal, es apuntalar mayorías insuficientes. En ese sentido, contribuyen a la estabilidad del sistema. Que las “bisagras” sirvan para dar el poder a quienes han perdido las elecciones, es una distorsión que contradice el sentido elemental de la democracia. Pero aún más: que esas “bisagras” sirvan para llevar a los grandes partidos nacionales a adoptar políticas de destrucción de la nación, es un disparate que sólo se da en la España actual y que debe ser corregido de inmediato. Las bisagras, por definición, unen la puerta al quicio; unas bisagras que no sirven para unir, sino para separar, no son bisagras, sino cuñas.
El actual paisaje electoral español, con la gobernación de zonas sensibles del país en manos de partidos minoritarios de carácter separatista, es perfectamente absurda. Hace falta, con urgencia, un gran pacto nacional que impida este sinsentido. De lo contrario, la fractura de España va a ser cosa de muy pocos años.