¿No es semejante «pluralidad» parlamentaria una manera, particularmente orwelliana, de referirse al hecho, desde luego que bien anómalo, de que la sede de la soberanía nacional española mantiene en su seno parlamentarios cuyo propósito, en cambio, es aniquilar la propia soberanía que se supone que ellos representan?


Rhyssa_sp.jpgEsta semana pasada, José –Pepiño– Blanco, aquel analfabeto funcional que durante toda la primera legislatura de Z ha venido oficiando, solo o en compañía del «renegado» López Garrido o bien de Alfredo Pérez Rubalcaba como eficientísimo «muñidor» de las «mayorías parlamentarias» que han podido alimentar la estrategia de despiece confederalista de la Nación española desde el Congreso de los Diputados (Estatut de Catalunya, apertura del «proceso» en lo referente al País Vasco, etc., etc.), daba los primeros indicios del preciso carácter de ese nuevo espíritu «pactista» con el que el PSOE va a procurar mantener a raya, en la siguiente legislatura, la nefasta «crispación» que sin duda ha «emponzoñado», según la neolengua que manejan tales individuos, la vida política española en los cuatro años pasados.

Y es que, efectivamente, haciendo gala de ese incansable afán por forjar acuerdos con el PP, Blanco ha «solicitado» -eso sí, bajo amenazas materiales y formales- al primer partido de la oposición que «ceda» a los nacionalistas vascos y catalanes alguno de los cargos en la mesa del congreso que a este partido le corresponderían en virtud de la aritmética electoral, para mejor así hacer justicia a la «pluralidad» que caracterizaría la política española. Como es natural, el Partido Popular, en boca de su todavía portavoz Eduardo Zaplana, ha rehusado semejante ofrecimiento de «facilitar» («pagando la cama» por decirlo así) las cosas a aquellos partidos políticos que, entre otras tropelías, se han caracterizado por la firma del llamado «Pacto del Tinell», contribuyendo a embozar, votación tras votación, la verdadera fuerza representativa del propio PP bajo la fantasía de que tal partido político se habría venido constantemente «quedando solo» frente a la «mayoría» de la cámara.

Semejante petición, es cierto, se explica muy bien si tenemos en cuenta que el Partido Socialista pretende poner las condiciones necesarias para que los secesionistas, sin perjuicio de sus objetivos disolventes de la Nación española, le garanticen la «gobernabilidad» de la propia nación que ellos, sin embargo, pretenden destruir; y con todo, lo que necesariamente hay que poner de manifiesto es que tal «petición» al Partido Popular por parte del secretario de organización del PSOE sólo puede cursarse bajo el supuesto -en realidad una petición de principio- de que la «pluralidad» (la «España plural y diversa») que se trata de mantener en la mesa del Congreso es, en efecto, una «riqueza» a conservar antes que una «gangrena» en el cuerpo político de la Nación española que hubiese de quedar definitivamente «sajada» antes de que sea demasiado tarde. Ahora bien, ¿no es semejante «pluralidad» parlamentaria una manera, particularmente orwelliana, de referirse al hecho, desde luego que bien anómalo, de que la sede de la soberanía nacional española mantiene en su seno parlamentarios cuyo propósito, en cambio, es aniquilar la propia soberanía que se supone que ellos representan?

Desde la Fundación DENAES no consideramos conveniente olvidar por un momento que la «pluralidad» y la «biodiversidad» política de la que habla el buen Pepiño pueden contener también organismos muy parecidos a los neumónidos.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA