
Dos excelentes nuevas para la Nación han abierto la semana. Por un lado, ya conocemos la fecha en la que Juan José Ibarreche, Francisco López, Rodolfo Ares y los cinco etarras con los que se reunieron, se sentarán en el banquillo. En nuestros almanaques podemos señalar con un círculo rojo el próximo 8 de enero, fecha en la que estos sujetos habrán de responder ante la acusación del delito de desobediencia, en el que habrían incurrido al citarse con los susodichos terroristas.
Por otro lado, una sentencia del Tribunal Supremo obligará a los policías tocados por la boina roja a jurar la Constitución, gesto inédito para éstos.
En ambos casos la burla a las leyes se ha hecho al amparo de argucias legales y justificaciones de lo más peregrino. Por lo que respecta a la reunión con los etarras, embozados tras el sintagma “izquierda abertzale”, tanto el boinófilo PNV como el PSOE, han justificado tal cita con los criminales invocando al poder del diálogo, a ese “hablando se entiende la gente” que se difundió desde las más altas instancias de la Nación. En cuanto al no juramento, vendría “justificado”, siempre según las particulares tesis del Gobierno vasco, por el hecho de considerarlo como algo “implícito” a la condición de funcionario.
Los hechos, de enorme gravedad, no son nuevos. Lo novedoso es ver que la justicia española se ocupa de ellos, pues desde hace ya demasiado tiempo, se ha tratado a toda manifestación integrada en la implacable estrategia separatista con un escrupuloso respeto, cuando no admiración, al que se une, por el contrario, el menosprecio con que se despacha cualquier manifestación de patriotismo español.
Tal desprecio es asumido por la oportunista “aritmética electoral” que, ayuna de escrúpulos, rige los acuerdos entre los miembros de la partitocracia española, pero, sobre todo, responde a esa estrategia que, mediante el menoscabo y ultraje de todo aquello que signifique España, busca su destrucción.
Es dentro de esta estrategia donde encaja esa frase según la cual “la bandera es un trapo de colores”, sin reparar en que ésta es, además de un trozo de tela, un símbolo que remite a una realidad, en este caso, España. Algo similar ocurre con ceremonias como los juramentos ante un libro llamado Constitución o con las reuniones con grupos antiespañoles que con acierto ahora se juzgan. Desde la Fundación DENAES, seguiremos con interés estos procesos con la confianza de que la justicia trabaje con el máximo rigor.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA