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Muchos justifican la situación de discriminación que sufre el español en determinadas regiones españolas como compensación a una situación de persecución previa desarrollada por el franquismo sobre las lenguas vernáculas (gallego, catalán, vascuence…) en tales regiones. Esto se ha vuelto a ver a colación del Manifiesto del que hablábamos en el editorial de ayer. Así, se dice, hay que potenciar ahora las lenguas que durante el franquismo fueron perseguidas en esas regiones, aún a costa del retroceso del español en ellas. El franquismo es pues, claramente, la coartada para, ahora, romper los lazos comunes entre esas regiones y el resto de España (incluyendo los lazos de esas regiones entre sí), impulsando una política que llega hasta a penalizar el uso del español en ellas, único idioma, de los oficiales, común a toda España.

Pero, ¿cuál fue la tan cacareada política lingüística del franquismo en este sentido?

Hay que decir, en primer lugar, que fue un Decreto franquista (Decreto 1433/1975, de 30 de mayo) el que impulsó la implantación del estudio de las lenguas vernáculas en la escuela. Un decreto que se justifica de la siguiente forma: “La introducción de las lenguas nativas en la Educación Preescolar y en la General Básica se justifica, atendiendo, por una parte, a la necesidad de favorecer la integración escolar del alumno que ha recibido como materna una lengua distinta de la nacional, y por otra, al indudable interés que tiene su cultivo desde los primeros niveles educativos como medio para hacer posible el acceso del alumno a las manifestaciones culturales de tales lenguas”.

Pero además hay que añadir que poco después de terminada la contienda de 1936, en 1945, comienzan a aparecer algunos libros en catalán y, aunque a finales de los años 50 no se llegaba aún al centenar, en la década de los sesenta se logró alcanzar la cifra de seiscientos títulos. En la década de los setenta aparecen revistas en catalán como Germinabit o Serra d’Or. También, amparándose en el movimiento de la Nova Cançó tuvieron gran popularidad cantautores como Raimon, Lluis Llach o María del Mar Bonet. Y en las postrimerías del franquismo se llevó a cabo una campaña por el uso “oficial” del catalán. Otro tanto cabe decir del euskera y del gallego. En 1964 se llegó a publicar diecinueve obras en euskera y en los años setenta se abrieron las primeras ikastolas con un programa lingüístico muy preciso en este sentido. El gallego recibió un impulso con la fundación de Editorial Galaxia en 1950 dedicada exclusivamente a la edición de obras en gallego.

En cualquier caso, y a pesar de la falsedad de la “persecución” franquista de las lenguas vernáculas, si así hubiera sido, nos preguntamos desde la Fundación DENAES: ¿justificaría ello la penalización actual del uso de la lengua española en partes de España?

Solo en complicidad con el secesionismo. En este sentido, cuando se habla en el ordenamiento jurídico de las lenguas vernáculas como de “lenguas propias”, excluyendo al español de esta condición (como si el español, por ser común a otras regiones de España -y del Mundo-, no fuera propio de esas regiones), se está siendo cómplice con el secesionismo. El Legislador español lo ha sido y sigue siéndolo.

Y es que el siguiente paso es considerar el español como lengua in-propia, extranjera en esas regiones. Y esto, en efecto, es lo que ocurre.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA