El hecho no es baladí, ni mucho menos. Porque confirma la creciente efectividad y, por tanto, la utilidad actual para la banda de grupos separatistas no vascos antaño marginales o de escaso riesgo

Acabamos de saber que la ETA busca aliados. Y no lo hace sólo subrepticiamente, como hasta el momento, entre separatistas vascos con escaño y etiqueta de partido legal; sino que ahora ha contactado con grupos independentistas de Cataluña, Galicia y antisistema de toda España para coordinar sus acciones terroristas. Vinculada a la proetarra Segi, esta nueva asociación llamada Kamaradak intenta captar jóvenes radicales para adoctrinarlos y convertirlos en nuevos militantes. La diferencia es que ahora sus acciones pasarán a coordinarse con las de otros grupos del resto de España que emplean la violencia para lograr, en último término, la destrucción de aquélla.
El hecho no es baladí, ni mucho menos. Porque confirma la creciente efectividad y, por tanto, la utilidad actual para la banda de grupos separatistas no vascos antaño marginales o de escaso riesgo. Si no, ETA y su entorno no habrían empezado a trabajar con ellos ni sus tentáculos se habrían prolongado por territorio nacional tan peligrosamente. Puede que así les sea mucho más fácil atentar en el resto de España sin arriesgarse a que un coche cargado de explosivos sea interceptado en el camino por una patrulla de la Guardia Civil o de la Ertzaintza; puede que la sombra protectora del miedo, la resignación o ese odio a España bien cocinado durante más de un siglo en los fogones del nacionalismo vasco se haya extendido y oscurecido aún más sobre nuestra piel de toro. Y parece que debajo los terroristas se sienten cómodos.
Y es que la última victoria socialista, gestada también con el voto útil de partidos como BNG y ERC, no sólo ha servido para hacer depender aún más los destinos de España de quienes, desde la periferia, desean su destrucción a cualquier precio; también ha dado alas a los radicales del separatismo catalán y gallego que, amparados cada vez más en un nacionalismo “legal”, incrementan el odio y la violencia de sus acciones. Así ha sucedido en Cataluña con las amenazas de muerte sufridas por Albert Rivera, presidente de Ciudadanos, y firmadas por un resurgido Terra Lliure; y así sucede con un rebrote del radicalismo separatista y violento en Galicia, desconocido desde los tiempos del Grapo y el Exercito Guerrilleiro do Pobo Galego Ceibe, materializado en recientes atentados con bomba por toda esa región española. Y a ETA, no nos engañemos, le alegra todo esto. Pero quien a quien no debe alegrarle es a un Gobierno preocupado más por perpetuarse en el poder a costa del voto nacionalista que de aniquilar, si aún estamos a tiempo, a las bestias que él mismo ha creado. El sueño de la Razón, señor Zapatero, produce monstruos.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA