Nos suena demasiado esta retórica seudopacifista y humanitaria y sabemos de sobra los males que dicho lenguaje, justificador de debilidades y cesiones varias, ha provocado en esta nación cuya historia la Betancourt conoce demasiado poco como para permitirse opiniones tan arriesgadas


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El pasado miércoles y ante un pleno solemne del Parlamento Europeo, la ex candidata a la presidencia de Colombia y ex rehén de las FARC, Ingrid Betancourt, defendió que “hay que hablar con todo el mundo, en particular con los terroristas” al ser solicitada su opinión sobre la negociación del Gobierno de Zapatero con ETA. Y no sólo se limitó dar su estricta opinión, sino que ademas la argumentó afirmando que “hay que negociar con los terroristas, primero porque es el mejor modo de salvar vidas y segundo porque no hacerlo es justificar la barbarie y dejarles solos en su fanatismo. No podemos permitir que las personas se revistan de muros y se vuelvan inaccesibles a lo humano”.

En efecto, nos suena demasiado esta retórica seudopacifista y humanitaria y sabemos de sobra los males que dicho lenguaje, justificador de debilidades y cesiones varias, ha provocado en esta nación cuya historia la Betancourt conoce demasiado poco como para permitirse opiniones tan arriesgadas, máxime en sede parlamentaria europea. Es más, embargada de pacifismo universal llegó a emitir sentencias de bondad y profundidad tan inapelables (“la palabra llega por encima de los fanatismos, y es mágica, porque puede cambiar la actitud de una persona”) que el propio Zapatero -creemos- habrá sentido envidia de no pronunciar por su boca.

No dudamos, desde luego, de los sufrimientos por los que ha pasado esta mujer secuestrada durante más de seis años en la selva colombiana. Quizá, quién sabe, apelar a la “humanidad” y a la “salvación de vidas” o al culto a la palabra para tratar con asesinos pueda ser coherente cuando enfrente tenemos a una organización marxista-leninista como las FARC con objetivos universales, tentáculos por todo el universo mundo y financiada a través de canales internacionales como el robo, la extorsión, el secuestro, el trafico de armas y la droga en varios continentes.

Pero habría que recordar a la Betancourt que ETA, bajo esa pura máscara que es su apariencia marxista-revolucionaria, usa el terror con unos fines desde luego nada universales: la secesión de un territorio bien concreto de esta nación, bien concreta, llamada España; poniendo en peligro al hacerlo, precisamente, valores histórica y espiritualmente vinculados no sólo a España sino también a la misma Europa frente a la que el miércoles escupió su perorata humanitaria: libertad, seguridad, igualdad, familia, etc. Desde la Fundación DENAES nos permitimos, pues, recomendarle a esta nueva y homenajeada adalid de los derechos humanos no sólo algunas lecciones de historia de España, sino también aquella contundente frase de Maeztu que afirma:

La patria es espíritu. Ello dice que el ser de la patria se funda en un valor o en una acumulación de valores, con los que se enlaza a los hijos de un territorio en el suelo que habitan.

Y es que sin patria, señora Betancourt, ni hay valores ni existe posibilidad de defenderlos. Lo demás sólo es vacuo y pedante internacionalismo.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA