La bochornosa historia de los «descubrimientos» del oppidum de Iruña de Oca debiera resultar ilustrativa acerca de las vías oscurantistas y confusionarias por las que el secesionismo ha pretendido, y todavía pretende, manipular la historia para sacar adelante sus delirantes objetivos.


iruna.jpgEl año 2006, el arqueólogo Eliseo Gil daba a conocer el «descubrimiento» en el yacimiento alavés de Iruña de Oca, de una importante colección de ostracas romanas del siglo III d.n.e. que, al parecer, incluían una muestra verdaderamente muy notable de escritura vascuence y egipcia además de las consabidas fórmulas latinas o de las piadosas representaciones de la crucifixión de Cristo, etc, etc. Tales hallazgos, generosamente subvencionados por las instituciones autonómicas como es natural, parecían confirmar el hecho de que las poblaciones várdulas del antiguo oppidum de Iruña no sólo estarían ya –contra toda evidencia– cristianizadas en pleno siglo III, sino que además hablaban (¡y escribían!) eúscaro, dando, por consiguiente, al traste con la hipótesis –hasta el momento generalmente aceptada por la mayoría de filólogos, historiadores, etc.– de la vasconización tardía del área que en nuestros días ocupa Álava.

Y es que, si en efecto, los «alaveses» del siglo III hablaban ya vascuence además hacer –en perfecto testimonio del «cosmopolitismo» ancestral entre los vascos– sus pinitos en latín y en egipcio jeroglífico, no cabrá entonces, suponemos, ninguna duda de la existencia inmemorial de Euskal Herria como tal nacionalidad «histórica» a la que además, y para más INRI –-nunca mejor dicho– habrá que suponer, muy sabinianamente, «cristianizada» desde antiguo, o al menos, de hecho desde mucho antes que otras regiones de la Península Ibérica.

Así las cosas, las conclusiones que parecían establecerse a tenor de los «descubrimientos arqueológicos» de Gil son diáfanos: ¿No habrá sido el vascuence la lengua franca de la que se ha servido el Espíritu Santo para soplar a pleno pulmón en el oppidum de Iruña de Oca entre aquellos primigenios alaveses que, según parece demostrar la arqueología, se dedicaban a escribir en eusquera unificado y a dibujar escenas del Gólgota? Y de este modo, la consigna estará, como se ve, ciertamente servida: Jaungoikoa eta Lege Zaharra.

No obstante, los tales «descubrimientos» no han podido, al parecer, ser enteramente «justificados». En efecto: según dictamen emitido esta semana por una comisión de expertos, los hallazgos de «Iruña-Veleia» no serían otra cosa que un fraude. Un fraude, por lo demás, de carácter tan chapucero que sus perpetradores ni siquiera habrían considerado oportuno pararse en barras a la hora de atribuir a los «alaveses» del siglo III un conocimiento exhaustivo del vascuence batúa en el que están redactados los textos incritos en las ostracas, pero también las capacidades extrasensoriales suficientes para conocer la existencia futura de Descartes (nombre que también figura en una de las reliquias), para adecuar su escritura latina a los parámetros del latín medieval o para adivinar, anacrónicamente, la consigna de los jesuitas ad maiorem dei gloriam.

Los hallazgos de Gil son sin duda alguna un camelo ciertamente muy burdo. No obstante, desde la Fundación DENAES estimamos que la bochornosa historia de los «descubrimientos» del oppidum de Iruña de Oca debiera resultar ilustrativa acerca de las vías oscurantistas y confusionarias por las que el secesionismo ha pretendido, y todavía pretende, manipular la historia para sacar adelante sus delirantes objetivos.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA