El Parlamento Europeo no puede permitir que por él campe a sus anchas un individuo procesado por colaborar con una banda armada.
El Gobierno español ha brindado a ETA la posibilidad de ponerse de largo en el Parlamento Europeo. Por su parte, el PNV, que busca desesperadamente algún protagonismo en un proceso del que se siente marginado, ha anunciado que también enviará allá a Gorka Aguirre, procesado por colaboración con ETA. Lo que se propone el PNV al designar precisamente a Aguirre, y no a otro, es enviar un mensaje perverso a sus votantes, a los vascos y a todos los españoles: colaborar con ETA es buscar la paz, negociar junto a los asesinos es hacer el bien. La Fundación para la Defensa de la Nación Española se ha dirigido al presidente de la eurocámara, el socialista español Josep Borrell, para que prohíba la entrada a Aguirre en esa institución.
Al final, todo debería ser simplemente una cuestión de decencia: el Parlamento Europeo no puede permitir que por él campe a sus anchas un individuo procesado por colaborar con una banda armada. Cierto que ese argumento de elemental decencia, tal vez, no sea del todo comprendido por quienes están dispuestos a abrazarse con los portavoces de ETA. Porque todo esto, en efecto, no es más que una gigantesca y sórdida indecencia.