Como en el célebre relato del niño que señala la desnudez del rey, desde DENAES queremos hoy ilustrar nuestra lucha con esta imagen del enemigo, desnudo, desposeído de todo adorno mitológico, en su desnudez antropológica y psicológica. Y meado.
No es la primera vez que a uno de estos valerosos gudaris se le escapa el adjetivo pantalón abajo, en forma de orina incontenible, al ser detenido por las fuerzas de seguridad españolas o francesas.
La acción «revolucionaria y abertzale» de mearse encima tiene sus fundamentos etológicos, zoológicos, bien descritos por los estudiosos de la conducta animal: de forma involuntaria, el sistema nervioso activa la señal de la rendición incondicional, de la suprema renuncia, como símbolo, a su vez, maximalista, de la más lacerante sumisión al vencedor. No es que afloje el esfínter, lo que flojean son la entereza, el valor y el vigor que antes «exhibían» frente a la nuca de sus víctimas indefensas.
Las bravuconadas, las amenazas, los alardes de los que hacen gala cuando se saben protegidos e impunes, muestran, a través del chorrito, su carácter de tétrica mascarada; y emerge, ante la Guardia Civil o la Gendarmeria, la verdadera condición humana que retrata a los asesinos etarras: cobardía en estado puro. La misma cobardía que demuestran al asesinar a un anciano, por la espalda, mientras se dirige a jugar su partida de tute. La misma cobardía que les paraliza, y les despoja de arrestos, para desenfundar su arma y enfrentarse a tiros a la policía. La misma cobardía que les lleva al extremo más vomitivo de la degradación moral, sometiéndoles al dictado de una ideología fanática y enloquecida con la que pretenden justificar sus criminales acciones.
La falta de fortaleza de Iriondo, supuesto jefe de ETA, meándose encima al ser arrestado, dice mucho acerca del talante guerrillero y revolucionario de estos jóvenes etarras criados a base de raciones de odio a España, administradas en las ikastolas y organizadas a través de los «ritos de paso» propios del terrorista. Ritos en los que una naturaleza cobarde encuentra un leiv motiv, una vía o camino para sentirse admitido por una parte del pueblo vasco que les aclama, homenajea y da su nombre a las calles en un alarde de impunidad.
La gran meada de Iriondo es el símbolo del final, casi poético a fuer de escatológico, del terrorista que, por este trámite, pasa a engordar las listas de detenidos y a convertirse en carne de presidio. Sólo entonces, una vez que su abyección moral y política queda retratada en su cobardía física a través del fenómeno fisiológico mismo de hacerse pis, ya puede pasar a considerarse como un «pobre hombre» más, en manos de las Gorizelayas de turno.
Si la esencia del terrorismo sólo puede sustanciarse con la complicidad de quienes se aterrorizan, entonces, es nuestro deber recordar a todos la naturaleza de tipejos como Iriondo y otros. Porque queda claro que la fortaleza del terrorismo etarra no está en el arrojo y determinación de sus miembros, sino a la dejación de funciones de las instituciones españolas, y de las gentes que se aterrorizan y piden la negociación con unos sujetos que, a la primera que se les tuerce, se mean en los pantalones.
Como en el célebre relato del niño que señala la desnudez del rey, desde DENAES queremos hoy ilustrar nuestra lucha con esta imagen del enemigo, desnudo, desposeído de todo adorno mitológico, en su desnudez antropológica y psicológica. Y meado.
El «libertador», el «héroe nacional», el icono de la resistencia a España, se ha hecho pis encima: ¿A qué esperan para cambiar la serpiente y el hacha por un orinal? ¿A qué esperamos para acabar de una vez por todas con semejante banda de cobardes?
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA