Es una cuestión de principio: frente a quien pone bombas no cabe otra opción que la ley, la policía, la justicia.


El atentado de ayer en Madrid demuestra dos cosas. Una, que ETA sigue su propio juego y que, dentro de él, la “paz” le importa un rábano. Dos, que el Gobierno ha cometido un error gravísimo al comprometer a la nación en un proceso de diálogo con ETA sin garantías de entrega de las armas ni de cese de la violencia. Hace muy pocos días, diferentes instancias del socialismo vasco hablaban abiertamente de Batasuna/ETA como interlocutor político, mientras el presidente del Gobierno maquillaba los crímenes bajo el siniestro eufemismo de “trágicos accidentes mortales”. Hoy el bochorno es insuperable.

En su comparecencia de ayer tarde, Zapatero condenó el atentado y anunció la suspensión del diálogo con ETA, pero deliberadamente eludió decir que rompe el llamado “proceso de paz”. Quizá todavía espera que una parte de ETA, o una parte de Batasuna, o quién sabe qué, se desligue de la violencia y respalde el proyecto gubernamental. Pero ya es demasiado tarde para maniobras. Es una cuestión de principio: frente a quien pone bombas no cabe otra opción que la ley, la policía, la justicia. La única salida digna que tiene Zapatero es rectificar, volver al pacto anti-terrorista y proseguir la lucha contra ETA tal y como la conocimos hasta la actual legislatura. Cualquier otra cosa sólo significará una humillación suplementaria para la nación española.