He aquí el error: la deriva secesionista, si bien se ha precipitado durante la última legislatura de Zapatero, ya estaba preparada desde antes; en concreto, desde el mismísimo artículo 2 de la Constitución Española.


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Todavía muchos esperan un “gran pacto” entre el PSOE y el PP que neutralice el poder, sobredimensionado por la ley electoral, de los partidos nacionalistas, y ponga así freno, llegan a reconocer algunos, a la deriva secesionista por la que se ha precipitado España particularmente durante la última legislatura. Sin embargo, creemos gratuita esta esperanza y por tanto vana, estando basada en dos errores de diagnóstico que creemos necesario corregir.

Y es que, en primer lugar, un gran pacto de estas características -una “gran coalición”, por decirlo a la alemana- es imposible en España. Por una razón: el Partido Socialista basó y basa su (permanente) campaña electoral en dibujar al PP como la “extrema derecha” con la que es imposible pactar de un modo general. Y esto lo ha venido haciendo, en concreto, desde la campaña del “nunca máis” del 2002, en la que ya se dibujaba embrionariamente lo que después se convertiría en el famoso “esto nos pasa por tener un gobierno facha”, como consecuencia de la posición de España ante la cuestión iraquí durante el 2003. El PSOE se sigue alimentando electoralmente de esto, y sus dirigentes lo saben, y por ello es imposible la aceptación de un pacto con el PP, al poder ser vista una “gran coalición” como una traición a su electorado socialista.

Pero además, y he aquí el otro error, la deriva secesionista, si bien se ha precipitado durante la última legislatura de Zapatero, ya estaba preparada desde antes. En concreto desde el mismísimo artículo 2 de la Constitución, que contempla la existencia de “nacionalidades y regiones”, y con el que ambos partidos se llevan comprometiendo desde el 78 sin que, desde luego, haya sido contemplada programáticamente en ninguno de los dos partidos la posibilidad de su modificación (como por cierto sí se contempla en la Reforma constitucional propuesta por la Fundación DENAES y otras instituciones de la que se ha hecho, por lo que se ve y como cabía esperar, caso omiso).

Así pues, creemos, es completamente en vano seguir esperando un pacto que, mientras gobierne Zapatero, nunca se va a producir; pero que incluso, de producirse, tampoco resolvería la deriva disolvente en la que está envuelta España (el PP debería cambiar las políticas lingüísticas desarrolladas en Galicia o en Valencia y Baleares, autonomías en donde ha gobernado este partido durante años).

Y es que la esperanza, “gran engañadora” que dice Platón, es lo primero que conviene perder…

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA