Aquel 11-M supuso no ya de cambio de gobierno, sino de régimen; un cambio que, más allá de las circunstancias del 11-M, se ha terminado por consagrar este 9 de Marzo.


Ramos_flores_vias_Atocha_11-M-2.jpg

Hoy, 12 de marzo, y en plena resaca electoral, es interesante recordar lo que aquel aciago 11-M de 2004 representó, y sigue representando, para la sociedad política española. Una situación la de España tras el 11-M que queda en efecto consagrada, mal que nos pese, en las Elecciones Generales Legislativas del pasado 9 de Marzo de 2008.

En España se han producido, bajo el régimen del 78, unos cuantos procesos electorales generales, ocho en concreto, de los cuales tres han supuesto no solamente un cambio en la distribución por partidos de los representantes en las Cortes, sino transformaciones que han afectado más que a la forma del gobierno a la forma misma del Estado (por hablar en términos clásicos). Son Elecciones Legislativas que han significado, por sus resultados y por la acción de gobierno de ellos derivados, un cambio sustancial tanto en el timón como en el rumbo de la vida nacional: el año 82, el año 96 y el año 2004.

No vamos a tratar pormenorizadamente ahora el significado de cada uno de ellos, pero sin duda el cambio más traumático ha sido el producido por el 11-M. Un cambio de timón que, por las circunstancias en las que vino envuelto, dispuso un gobierno que terminó ganando unas elecciones planteando la transformación, no ya de cambio de gobierno sino de régimen; un cambio que, más allá de las circunstancias del 11-M, se ha terminado por consagrar este 9 de Marzo.

Así Zapatero ganó el 11 de marzo de 2004 por las mismas razones y bajo la misma estrategia con la que acaba de renovar su elección: el NO A LA GUERRA, que sitúa al PP en un “sí a la guerra” del que aún no se ha podido librar (y sigue sin poder hacerlo, en buena medida por incompetencia). Un “no a la guerra”, una “paz” que sitúa al PP fuera del régimen, en tanto que amenaza suya, siendo sin embargo los partidos secesionistas, es decir aquellos que procuran el fraccionamiento de España, aliados del gobierno y garantía de esa “paz”. Es lo que algunos ya han llamado tinellismo. Un régimen que se consagra con la reelección de Z (al haber fagocitado el PSOE a sus aliados del Pacto famoso) y que representa en efecto la Paz, la paz de la disolución de España.

Régimen que, por lo demás, hay que decir, no lo inventa ex novo Zapatero (como muchos creen), sino que estaba larvado, en embrión, en la propia Constitución del 78: Zapatero, el PSOE con sus anexos y dependencias, no ha hecho más que alimentar esa larva pneumónida.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA