La garzonada sólo accidentalmente tiene que ver con la II República; en realidad se dirige directamente contra aquel partido político que muchos, en la España del presente, pretenden identificar con el bando nacional de la guerra del 36

Baltasar Garzón, el juez instructor de la Audiencia Nacional que en base a su muy trabajada celebridad ha recibido el curioso apelativo de «juez estrella», ha solicitado urgentemente el certificado de defunción del general Francisco Franco con el objeto de incoar, en el caso suponemos de que logre determinar la circunstancia de que el general «siguiese vivo», un proceso contra su persona (y contra la del general Mola, también contra Queipo de Llano, etc., etc.) por las muertes ocurridas «desde 1936» en razón del alzamiento nacional. Naturalmente, y esta es la artimaña empleada por Garzón, bastará con calificar tales crímenes de «delitos contra la humanidad» para poder concluir con entera comodidad que, entonces, semejantes fechorías no habrían podido nunca ser amnistiadas ni tampoco prescribir, etc., etc., y ello por mucho que -y aquí reside la trampa del asunto- tal figura jurídica sea muy posterior y sólo anacrónicamente pueda tener aplicación al caso que nos ocupa.
Sin embargo, nos parece que merecería la pena preguntarse lo siguiente: si la «memoria histórica» justiciera de Baltasar Garzón da de sí lo suficiente para «entender» de los «crímenes contra la humanidad» comentidos por los alzados del 36 d.C, ¿por qué entonces no se aplica también al enjuiciamiento de hechos delictivos tales como puedan serlo el asesinato de César por parte de los alzados del 44.a.C. o el asesinato de Alejandro Magno a manos de los alzados del 323 a.C.? O todavía más -ciñiéndonos a los límites de la guerra civil española- ¿por qué comenzar tomando en cuenta las muertes producidas a resultas del alzamiento del 36 en lugar de rastrear en semejante macro-proceso también los crímenes de los golpistas de octubre del 34 o, alternativamente, de aquellos quienes -como el capitán Lozano, abuelo de ZP- se ocuparon en la represión de tal golpe en beneficio de la II República? ¿No esto el colmo del sectarismo?
Respondemos. Sencillamente porque la garzonada sólo accidentalmente tiene que ver con la II República dado que, sostenemos desde la Fundación DENAES, en realidad se dirige directamente contra aquel partido político que muchos, en la España del presente, pretenden identificar con el bando nacional de la guerra del 36: el Partido Popular de Mariano Rajoy.
E igualmente tampoco el PSOE de Zapatero, sin perjuicio de las sorprendentes cotas de sectarismo que tal formación llega a alcanzar, puede identificarse sin más con los republicanos que perdieron la guerra. Aunque sólo fuese porque muchos de ellos eran bastante más patriotas.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA