A menos de una semana para que la Nación literalmente se la juegue, los españoles debemos tener más claro que nunca en quién dejamos el sagrado futuro de nuestros hijos.

La semana pasada nos hicimos eco de una noticia no menos lamentable que esperable en la España de hoy en día: la Junta de Extremadura -presidida por el socialista Guillermo Fernández Vara- acaba de elaborar un borrador del currículo de Bachillerato para el curso 2008-09 que incorpora “contenidos extremeños”, de forma que éstos ocupen un destacado papel en las asignaturas de Historia de España y Lengua Castellana y Literatura. En un lenguaje eminentemente logsiano (i.e., jerga pedante y pretendidamente científica bajo la que se ocultan viles intereses y maniobras políticas) dice el mencionado texto que se optará por concatenar los contenidos regionales con el resto “para favorecer la contextualización”, en vez de segregarlos al final de cada unidad. La traducción de tan hermosa como perversa frase revela a las claras el plan del Gobierno de Fernández Vara para que los alumnos no estudien la historia y cultura extremeñas como un apéndice o suplemento de la española, complementándola en su caso con la debida perspectiva (término este odioso, lógicamente, para prebostes del lenguaje seudopedagógico progre y políticamente correcto), sino que tales contenidos regionales afecten directamente y descompensen los del resto de la asignatura en esta tabula cada vez más rasa de de los alumnos extremeños y españoles.
Seguro que, “favoreciendo la contextualización” en un IES de Almendralejo -pongamos por caso- se explicará el año que viene la terrible, injusta y secular opresión sufrida por el castúo, irrenunciable lengua de libertad y auténtico cofre de esencias étnicas extremeñas, a manos del castellano; o, mientras se estudia el siglo XVII español, la iniquidad del sanguinario Juan de Austria y de sus tercios junto con la conveniencia de ceder a las pretensiones de Portugal devolviendo de una vez a este país la villa de Olivenza; o la vergüenza de contar entre sus paisanos con Hernán Cortés, Francisco Pizarro y otros crueles caudillos que aniquilaron esa cima de cultura, civilización y derechos humanos que fue la América prehispánica…, etc., etc. Sutil expresión, pues, para planear y justificar de antemano una manipulación semejante; que, por otro lado, no es más que patética copia edulcorada, menos radical quizás pero igualmente nociva, del sistema de lavado de cabeza a que los adolescentes vascos o catalanes se han visto sometidos durante décadas.
A muchos kilómetros de distancia, no sólo geográfica sino también política, Gabino de Lorenzo -actual alcalde de Oviedo y cabeza de lista del Partido Popular al Congreso de los Diputados- prometía ayer domingo en Cangas de Onís “defender nuestra forma de hablar, nuestros bables, nuestro folclore y nuestra cultura” (debemos suponer que se refiere a la que, como otras tantas, forma parte indisoluble de la Nación española). Bables (en plural) pero no “llingua”, que es ese invento de laboratorio con el que los independentistas asturianos, no menos patéticos imitadores de nacionalistas vascos y catalanes, intentan uniformar artificialmente (“normalizar” le llaman ellos), imponer (“oficializar”, dicen) y utilizar al fin para su particular lavado de cabeza cultural e histórico sobre los bachilleres de esta comunidad autónoma. Por eso, declaraciones como las del alcalde de Oviedo, hechas además -quién sabe si premonitoriamente- en la primera capital que tuvo el Reino de Asturias y por extensión la España libre, son hoy en día más necesarias que nunca. Valientes y reveladoras. Porque, a menos de una semana para que la Nación literalmente se la juegue, los españoles debemos tener más claro si cabe en quién dejamos el sagrado futuro de nuestros hijos. Su libertad, en suma.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA