Es un paso más en una estrategia que se hizo explícita desde el Pacto de Estella y que, desde entonces, no ha dejado de avanzar ante la pasividad estólida del Estado, de España.


Ibarreche estira la cuerda: es lo suyo. El Gobierno se le pone hostil; pues sólo faltaba, ¿no? Habrá que confiar, inevitablemente, en que el Gobierno de España sea capaz de hacer frente a la descomposición de España, aunque sólo sea porque lo contrario significaría el desplome del propio Gobierno. Pero lo que deja un tanto contrito a cualquier ciudadano consciente es que el Gobierno, en vez de esgrimir el terreno de la ley, que es en rigor el suyo, haya despachado el órdago de Ibarreche como si se tratara de un mero farol electoral, una de esas cosas que se dicen para que todo el mundo las olvide seis meses después. Quizá piensa el ladrón que todos son de su condición.

En cualquier caso, es un error gravísimo, porque esto, ese anuncio-amenaza del referéndum de autodeterminación, no es un “farol” episódico: es un paso más en una estrategia que se hizo explícita desde el Pacto de Estella y que, desde entonces, no ha dejado de avanzar ante la pasividad estólida del Estado, de España. Es hora de un gesto decisivo; un gesto que no debe provenir sólo del Gobierno, sino del Gobierno y de la oposición, del PSOE y del PP, y de las instituciones del Estado. Cuanto más tarde ese gesto, más negro se pondrá el paisaje de la unidad nacional.