gallardon-3.jpgLa sentencia que se acaba de dictar contra Jiménez Losantos demuestra, ante todo, el idealismo jurídico que impregna a los llamados “Estados de Derecho” y, por añadidura, que las corrientes políticas que menosprecian a España están poniendo toda la carne (jurídica) en el asador.

En dicha sentencia se recoge el formalismo del que parte Alberto Ruiz Gallardón cuando apela al “diálogo” -sean cuales sean los contenidos de sus ideas, ideales o proyectos- como método para defender sus principios frente a sujetos “sectarios” (¿como Federico Jiménez Losantos?):

«Y sin embargo, el que está firmemente convencido de sus ideas, el que además de ideas y convicciones tiene ideales, no solamente no le importa compartir las ideas del adversario sino que al contrario disfruta de ese diálogo, se enriquece con el mismo. ¿Por qué? Porque no es un débil de pensamiento. El sectario, desde su debilidad de pensamiento le irrita compartir y le irrita dialogar, no vaya a ser que la argumentación sea convincente y le rompa sus esquemas desde la fragilidad intelectual sobre el que están construidos».

Este formalismo idealista es idéntico al que esconde el Pensamiento Alicia que sostiene (de cara a la galería) el presidente Zapatero. En ese diálogo se basa ZP para ceder al chantaje nacionalista, para negociar la soberanía española con los etarras, o para, paradójicamente, atacar sin cuartel al PP de Aznar, especialmente en la época del Prestige y de la Guerra de Irak (cuando se llamaba “asesino” al entonces presidente del gobierno, sin que nadie se querellase contra sus agresores).

Resulta curioso que Gallardón mantenga una ideología similar a la de ZP hasta en la estrategia. Del mismo modo que el socialdemócrata con “ansias infinitas de paz” no paraba de montar la gresca contra el PP, Gallardón, que parece tener “ansias infinitas de diálogo”, se querella contra quien contraviene sus ideas y proyectos. Ambos no parecen entender, o pretenden ocultarnos, que la libertad de (expresión, por ejemplo) no es universal (siempre va unida a unos determinados agentes, frente a otros) ni genérica (pues necesariamente va ligada a unos contenidos concretos, frente a otros proyectos que pueden resultar incompatibles), a pesar de lo que pretende el idealismo engañabobos que reina en los actuales “Estados de Derecho”. Es decir, la libertad de expresión de los que apoyan a Federico Jiménez Losantos no es armonizable con la libertad de expresión de quienes apoyan a Gallardón.

En la citada sentencia no se ventila un asunto de injurias graves en relación a una persona como individuo ético (abstracto, distributivo), sino de su libertad para apoyar y realizar un determinado proyecto, como parte de un grupo político determinado, frente a otros. En este altercado está en juego el poder político de unos proyectos acerca de España y su constitución real frente a otros proyectos (no es posible, como algunos pretenden, la “libertad ideológica” genérica, “neutral”: ¿Por qué se impide la ideología nazi y se permiten partidos políticos cuyo fin es acabar con España?). Y Jiménez Losantos sabe, o intuye, que los proyectos (de “futuro”) se construyen a partir de la “anámnesis” del pasado. Quien pretende mirar al futuro “moderada” y “tolerantemente” sin preocuparse por un pasado del que, necesariamente, se parte (incluido el 11-M) es que reniega de dicho pasado y piensa, seguramente, sustituirlo por otro (¿por el pasado ficción de los nacionalistas europeístas y antiespañoles?).

Pero, para más inri, parece que el Sr. Ruiz Gallardón se propone donar el dinero de la multa impuesta a Jiménez Losantos a la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT). Y su presidente, Juan Antonio García Casquero, dice que aceptará el donativo, como si, de nuevo, dichas “víctimas del terrorismo” no lo fueran por su condición de españoles, no de simples hombres agredidos o injuriados gravemente. ¿Formará parte de la “ayuda psicosocial a las familias de las víctimas del terrorismo” el hacerles olvidar que España existió y que una vez fueron españoles?

Esperemos que este suceso, que parece indicar que en el PP son más fuertes las corrientes políticas que van en la dirección de la cesión al chantaje nacionalista -en la línea de los “futuristas” de la niña angloparlante-, permita que despierten de su modorra aquellos dirigentes del PP que no hace mucho creían en la posibilidad de cambiar la oscura y perniciosa Constitución de 1978 llegando a acuerdos (“dialogados”) con el PSOE. No cabe duda de que, si finalmente acaba por imponerse la línea política marcada por los “futuristas”, dicho entendimiento será posible, a costa de España.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA