
“El pesimismo, decía Zapatero, no genera ningún puesto de trabajo”; bien, pero, el optimismo tampoco, y menos si ese optimismo está destinado a encubrir la realidad.
Para sortear los problemas y eludir responsabilidades en la respuesta, el gabinete del gobierno de Zapatero y afines suelen, hablando de la crisis económica, salirse por la tangente mediante dos vías (la tercera vía practicada hasta ahora, la de no reconocer la crisis, parece que se va abandonando): bien se dice que el reconocimiento de la crisis por parte del gobierno agravaría más la situación, al producir “desconfianza” en los inversores; bien se dice que los problemas proceden del exterior y su resolución no está al alcance del gobierno. Ambas, se supone, tratan de evitar el catastrofismo y, sin embargo, ambas, nos parece, no hacen más que profundizar en él.
Y es que en efecto, si las bases de la economía española son, por un lado, una “confianza” en el mercado español que se mantiene al albur del “pesimismo”, pongamos del principal partido de la oposición, y del “optimismo”, pongamos del gobierno, pues no parece que el sistema económico se mantenga sobre unas bases muy sólidas. Si a esto se le añade que el gobierno se da a la práctica de “tirar balones fuera”, y dirige los problemas, una vez que por fin los reconoce, al exterior, a la coyuntura internacional, pues tampoco parece que esto sea un indicio de buena salud en la economía española si los problemas por los que atraviesa dependen absolutamente del exterior.
Tratando pues de neutralizar con “optimismo” la situación actual, creemos que el gobierno, y aún por encima de su voluntad (una voluntad a la que le acompaña poco entendimiento), dibuja unos pies de barro como soporte de la economía española cuando habla, elusivamente (como si no fuera la cosa con él), de su dependencia del exterior y de la “confianza” del inversor (sobre todo del inversor extranjero).
A poco pues que se recapacite en las declaraciones del gabinete de Zapatero, y queriendo desde su seno generar “optimismo”, no hace más que generar desafección, pues se hace creer que los pilares de la economía española son tan “sólidos” que se conmueven con los estados de ánimo.
Por suerte, o más bien por el trabajo de generaciones anteriores, la economía española no está a expensas de esos vientos, siendo así que, a pesar de lo que dice el gobierno, es en efecto más sólida de lo que parece. Bien es verdad, sin embargo, que la dependencia energética del exterior es excesiva, lo que desemboca inevitablemente en el debate nuclear. Esperemos que la ideología no lo entierre de nuevo.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA