Que un Gobierno en pleno, el partido que lo sustenta y sus numerosos voceros mediáticos vengan a coincidir en plantear una campaña de defensa de alguien como De Juana es un escándalo moral.


El poder ha hecho todo lo posible para satisfacer a De Juana. ¿Para qué? Para tener contenta a ETA. Es posible que, dentro de quince años, alguien recuerde lo que ha pasado con De Juana Chaos. Y eso que recordará no serán los vaivenes judiciales del asunto, ni siquiera la foto-trampa en la prensa extranjera, sino la dimensión política de este episodio, que ha marcado el punto más bajo –hasta el momento– de la dignidad del Estado. Que un terrorista trate de sacar el mayor partido de las insuficiencias de la legislación, eso es algo que está en la naturaleza de las cosas; es más: cualquier otro ciudadano en su lugar haría lo mismo. Pero que un Gobierno en pleno, el partido que lo sustenta y sus numerosos voceros mediáticos vengan a coincidir, todos a la vez, en plantear una campaña de defensa de alguien como De Juana, autor del asesinato de veinticinco españoles inocentes, eso es simplemente una vergüenza. No hemos asistido a un problema jurídico. Hemos asistido a un escándalo moral. Y eso es lo que nos costará olvidar.