A estas o parecidas actividades han venido dedicándose desde la Transición los partidos políticos secesionistas «democráticos», al calor, eso sí, de otras «actividades» sacadas adelante por los secesionistas «violentos».
Galeuzkat, esa muy democrática plataforma que ejercita formal y públicamente la repugnante solidaridad antiespañola de diversas fuerzas políticas secesionistas de Cataluña, Galicia y el País Vasco (pues que ningún otro nombre puede cuadrar, según «confesión de parte», a partidos autodeclaradamente «soberanistas» como puedan serlo CiU, el PNV o el BNG), acaba de declarar abiertamente, coincidiendo además con el inicio de la precampaña electoral, su intención de «coordinar» los respectivos programas electorales de tales partidos de cara a las legislativas del 9 de Marzo, a fin, tal y como afirman con todas las letras, de lograr una «posición» negociadora suficientemente potente como para lograr que el próximo gobierno de la Nación —«especialmente, dicen, si este es del PSOE»— se mantenga «fuertemente condicionado por los votos de los partidos nacionalistas». Tales partidos, por decirlo de otro modo, estarían en este sentido calculando muy bien sus pasos al objeto de sacar en marzo la «máxima tajada» posible para mejor así chulear al gobierno de turno.
De hecho, las fuerzas que componen Galeuzkat llevarían, según declaraciones del propio líder separatista Arturo Mas, meses «trabajando» de modo discreto —esto es, a escondidas— para coordinar sus estrategias en vistas a una eventual propuesta conjunta de reforma de la Constitución que, entre otras lindezas, lograse introducir una especial «sensibilidad» hacia las naciones históricas en la Carta Magna, o condujese a la conversión del Senado en una «verdadera cámara de representación territorial».
Hasta aquí, realmente, nada nuevo bajo el sol. A estas o parecidas actividades han venido dedicándose desde luego los partidos políticos secesionistas «democráticos» —al calor, eso sí, de otras «actividades» sacadas adelante por los secesionistas «violentos» sin las cuales el PNV, CiU o BNG no contarían en la actualidad con los votos de tantos ciudadanos españoles— desde la Transición contando, para decirlo todo, con la inestimable colaboración, por acción o por omisión, de gobiernos nacionales de distinto signo. A tales maniobras, además, seguirán dedicándose estas opciones políticas en tanto que dispongan de potencia de obrar y diputados en las Cortes españolas al efecto; y, ante todo, en la medida en que puedan continuar dando por supuesta la complicidad objetiva de los tontos útiles de turno, sean éstos del PSOE, sean del Partido Popular.
La gran cuestión que, desde la Fundación para la Defensa de la Nación Española, nos gustaría formular a los dos partidos nacionales es en consecuencia esta: ¿hasta cuándo? O, por decirlo de otra manera, ¿en qué fecha se dejará, por fin, de pactar con CiU, el PNV o el BNG y reducir al mínimo su radical y desproporcionada influencia en el Parlamento de la Nación española?