Atentados como este, descontando por absurda su interpretación «republicana» no estarían, a nuestro juicio, dirigidos tanto contra el Rey sino contra la propia Nación política de la que el Rey sería, según la Constitución del 78, el Jefe de Estado


20070928_entrega_bandera_armada_1-731084.jpgA través del diario El Mundo, conocíamos ayer mismo la circunstancia de que muy pocos días después de la última «diada» barcelonesa, un individuo, al parecer vinculado a diferentes grupúsculos separatistas catalanes, habría decidido pasar de las «palabras» (por ejemplo, de las palabras de El Segadors que tan modélica y normalizadoramente pronunciara doña Alicia la pasada semana) a los «hechos» arrojando, en perfecta asimilación del modus operandi habitual entre los proetarras vascos, un cóctel molotov contra la casa que la infanta doña Cristina mantiene en Barcelona. Se ha dicho que el autor de tal fechoría sería, simplemente, un «desequilibrado», un «perturbado» mental, víctima de un «síndrome» del que dichas acciones de «kale borroka» serían meros «síntomas». Diagnóstico que desde luego nosotros no vamos a recusar aquí.

Sin embargo, y aunque comenzásemos por reconocer como plausible tal interpretación médico-psiquiátrica del hecho que nos ocupa, es lo cierto, nos parece, que si el tal «síndrome» ha podido manifestar sus «síntomas» de la manera en que lo ha hecho (a saber: atacando con cócteles molotov la casa de la infanta) y no de cualquier otra forma posible ello sólo ha podido deberse —y esta es la importancia política del asunto— al caldo de cultivo antimonárquico que viene fomentándose en Cataluña desde hace ya muchos meses por parte de grupos políticos muy cercanos al tripartito. Un caldo de cultivo que, en efecto, habría dado lugar a atentados como el del pasado sábado, pero también a gestos (por caso: a la quema pública de imágenes de los reyes, etc.) que todos los españoles recordarán sin duda perfectamente.

«Antimonárquico» hemos dicho, y sin embargo, esta calificación no es tampoco, que digamos, excesivamente precisa puesto que tales gestos públicos, descontando por absurda su interpretación «republicana» (o todavía más: su interpretación «austracista» antiborbónica) no estarían, a nuestro juicio, dirigidos tanto contra el Rey —salvo en un sentido muy accidental— sino contra la propia Nación política de la que el Rey sería, según la Constitución del 78, el Jefe de Estado.

Y es que esta es precisamente la cuestión desde la perspectiva de la Fundación DENAES: si es cierto que la Nación española resulta sustancial respecto a las formas de estado monárquicas o republicanas (puesto que España desde luego no se agota en ninguna de ellas), no es menos evidente que ataques como el de ayer no apuntarían tanto contra el accidente cuanto contra la sustancia: esto es, directamente, contra España.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA