Queremos pensar que más allá de esta superestructura construida por políticos sin escrúpulos, por verdaderos profesionales de la estafa y del choriceo, aun late el corazón de una Nación…

La desaparición de España como Nación política es ya un hecho consumado para los administradores de la cosa pública.
Miles de profesores, médicos, administrativos del País Vasco o, simplemente, españoles sin más consideraciones añadidas salvo la de no ser prisioneros de los delirios soberanistas y racistas de Arana y compañía, han tenido que marcharse a trabajar, en el mejor de los casos, a Santander o Logroño; en el peor, a cientos o miles de kilómetros de su tierra natal, sin que nadie mueva un dedo, sin que ninguno de los dos partidos ¿nacionales? clame contra este atropello en sede parlamentaria o en cualquier otro lugar.
En esta misma ¿región española? en virtud de conciertos y cupos, los ciudadanos tienen que “agradecer” que esos delirios sabinianos, convenientemente apoyados por el “argumento” terrorista, se traduzcan en 2.000 millones menos de impuestos para el Estado; dineros que se quedan allí, entre otras cosas, para financiar el mismo proyecto separatista y, de paso, a los concejales y diputados regionales de la ETA.
Al tiempo, en Cataluña, a la guerra desatada contra el español por el tripartito se suma la acción del CAC tendente a borrar de aquélla región todo resto de resistencia al secesionismo catalanista, mientras Rovira abre “embajadas” por todo el mundo y la gente termina de convencerse de que los catalanes son vampirizados por extremeños, murcianos y otros «holgazanes» de España.
Y la misma senda caminan los gallegos, los baleares y valencianos y, de seguir por ella, cualquier aldea capaz de chapurrear algún dialecto con variantes, modismos, arcaísmos o vulgarismos, del español.
Y sin embargo, desde la Fundación DENAES queremos pensar que más allá de esta superestructura construida por políticos sin escrúpulos, por verdaderos profesionales de la estafa y del choriceo, aun late el corazón de una Nación, que habla español con normalidad, que mantiene negocios, matrimonios y amistades, con independencia de la región en la que vivan, que sale con sus banderas rojigualdas a la calle cuando su selección se proclama campeona de Europa o que –como en el caso de los empleados en huelga de Nissan en Barcelona o como el mismísimo entrenador del Barca– cuando manifiestan su enfado lo hacen gritando, escribiendo pancartas o, incluso, blasfemando en español.
Si los partidos políticos ¿nacionales?, no obstante, siguen empeñados en anteponer su interés particular –a saber: el de agarrar poder a costa de lo que sea– al nacional, la Nación terminará por deshacerse.
¿Y quiénes, de estos partidos, están dispuestos a romper la baraja?
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA