Desde el «No a la Guerra» y el «Todos contra el PP», las últimas elecciones en Galicia y el País Vasco han cuestionado las alianzas con el secesionismo con las que Zapatero dio comienzo a su «nuevo régimen». Y es hoy el Partido Popular, aquel que quiso ser relegado de la democracia española por parte del PSOE desde una interpretación torticera de la Transición, el partido en el que los socialistas de «Euskadi» pueden encontrar su apoyo para gobernar una de las «zonas calientes» de España.
Cinco años después del mayor atentado terrorista de la historia de España, sin que todavía se hayan determinado sus autores, con la sombra de la duda planeando sobre las condenas «oficiales», en definitiva, con una «verdad judicial» discutida por víctimas y periodistas, hoy, la conmemoración de la masacre vuelve a estar en el centro de la polémica política.
Suprimidos los actos tradicionales en el monumento de la Estación de Atocha de la capital de España a los que acudían las altas autoridades del Estado, ha sido la Comunidad de Madrid quien ha dado un paso adelante con la celebración de una nueva ceremonia que, dentro de su sencillez, ha querido significar el compromiso de quienes se resisten a olvidarlo.
Ahora bien, olvidar o recordar no son operaciones de una memoria neutral, porque no se trata de que al Gobierno al quinto año de encontrarse aupado al poder precisamente en virtud de aquellos atentados, se le haya mitigado la conciencia, no. El 11-M es el «pecado original», por así decir, de Zapatero, y siguiendo con el símil, en él lleva su propia penitencia. Pues si hoy, 11 de marzo de 2009, España se encuentra en una situación política en la que las fuerzas de los partidos han comenzado a balancearse en un sentido opuesto al de aquellos fatídicos días de 2004, para encontrar el equilibrio, este Gobierno no tiene más remedio que «olvidar» el 11-M. Eso, o reconocer, como la reacción en cadena de las fichas de un dominó, todos los supuestos bajo los cuales aquellos atentados fueron interpretados contra la política de Aznar.
Desde el «No a la Guerra» y el «Todos contra el PP», las últimas elecciones en Galicia y el País Vasco han cuestionado las alianzas con el secesionismo con las que Zapatero dio comienzo a su «nuevo régimen». Y es hoy el Partido Popular, aquel que quiso ser relegado de la democracia española por parte del PSOE desde una interpretación torticera de la Transición, el partido en el que los socialistas de «Euskadi» pueden encontrar su apoyo para gobernar una de las «zonas calientes» de España. Justamente la zona simbólica de la amenaza interna que se cierne sobre España como nación, la del terrorismo secesionista vasco, y desde la cual podría encontrarse la clave de nuestra fortaleza para enfrentarnos a la amenaza externa del terrorismo yihadista.
Claro que, sabiendo del horror que el Pensamiento Alicia experimenta ante el principio de contradicción, seguramente este Gobierno no hará ni una cosa ni la otra. Ni reconocerá sus mentiras, ni seguirá empecinado en mantener el «cordón sanitario» contra el único partido con el que puede reconducirse la política nacional. Lo más probable es que, como ya está haciendo, practique aquello que niega. Es entonces el Partido Popular el que puede recordar, y siguiendo el adagio platónico, si es verdad que el recuerdo implica que alguna vez se supo, el 11-M desde España.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA