A día de hoy, en las redes sociales es complicado distinguir entre el periodismo y las noticias falsas. Por lo que mi primera reacción al ver la noticia de que Argelia había expandido sus aguas territoriales hasta ocupar la delimitación de una de las islas baleares me resultó cuanto menos extraña, y por ende falsa. Quizás por la idea subconsciente de que los conflictos territoriales vienen por nuestro vecino directo en el sur, o bien por la existencia de unas pequeñas islas de nuestra posesión más cercana a Argelia, las Chafarinas.

Dicha cuestión se me hace aún más extraña al leer que fue hace casi dos años que Argelia realizó dicha expansión, conociéndose el dato a través de una diputada autonómica que ha reclamado la gravedad de dicha situación. Lo cual me obliga a preguntar: ¿Qué clases de políticos tenemos para que este despropósito tenga que llegar por estas vías? o mejor dicho, ¿qué clase de medios tenemos, capaces de incorporar en todos los telediarios crímenes de alrededor de todo el mundo, pero no estas noticias?

Si me permitís bajar al barro, me gustaría hacer notar la dirección empresarial que han tomado los medios televisivos con respecto a las cuestiones territoriales y, como consecuencia de ello, cómo el desarrollo de las políticas ha pasado de girar alrededor de preceptos ideológicos o posicionamientos continuistas durante décadas, a variar en torno a las corrientes de opinión que han convertido una situación que debería ser de primera hora, por el carácter (español y europeo) del territorio, así como por la cuestión ecológica que ha planteado el gobierno actual como baluarte de su legislatura. Pero que ha relegado al olvido la apropiación de un territorio designado de especial protección ambiental.

No conozco la política ambiental de Argelia, pero dudo que vayan a dar un enfoque mayor que el desarrollado por nuestras consecutivas administraciones.

Al igual que con Marruecos, el tema pasará en un par de días de segundas páginas en los periódicos, de movimiento en redes sociales por unos pocos, o de algún comentario en radio y televisión. Parece ser que no es rentable para las cadenas incitar el debate sobre el posicionamiento belicoso de nuestro principal socio comercial al sur, ni tampoco del país vecino por el que pasa el petróleo. Menos aún, que en un momento en el cual la respuesta de la sociedad y el estado deberían ser unánimes, se haya producido una contraposición de opiniones, en la que, tras la muestra de fuerza del ejército con los primeros anuncios de reclamaciones y la posición original de firmeza, el ejecutivo haya afirmado el derecho (internacional) de Marruecos al reclamar dichas aguas.

En parte es cierto, cualquier país soberano tiene el derecho de expandir sus aguas territoriales hacia zonas internacionales. Nosotros lo hicimos en acuerdo con los británicos en relación al Atlántico Norte, y Marruecos podría hacerlo de común acuerdo con el Gobierno de España si dichas aguas territoriales no interfirieran con aguas bajo soberanía española. En el caso contrario, que quisiéramos conectar las aguas de Canarias con las correspondientes a Ceuta, nos encontraríamos en una situación de condena por parte de la UE al interferir en la soberanía de un país, la respuesta internacional sería sonada como un caso de neocolonialismo. Sin embargo, poco se han posicionado nuestros socios salvo algunas declaraciones que valen tan poco como los segundos que pasas hasta que cargó el medio por el que estás viendo esto.

Pero nuestra soberanía no vale tan poco, no es una cuestión de unos metros de agua, sino del derecho de cada español sobre dichas aguas. La soberanía es la base fundacional de la convivencia de una sociedad, sólo mediante la voluntad de la misma se puede adecuar y cambiar, no por inferencias extranjeras.

Juan José Domenech. Representante orgánico regional del PSOE