El juez de la Audiencia Nacional José de la Mata ha dado por fin carpetazo a la instrucción y pone en marcha el proceso judicial contra nueve miembros de la sagrada familia Pujol Ferrusola. ¿El motivo? Ser una «organización criminal» que se ha aprovechado de su privilegiada posición en la Generalidad de Cataluña (institución del Reino de España) para el lucro de la propia familia y de sus allegados. Los Pujol nos roban (presuntamente). Ésta es la parte de la corrupción delictiva de la familia, frente a la cual esperemos que se haga justicia y que esta vez Pedro Pacheco no tenga razón.

Pero si la corrupción delictiva es grave y en extremo escandalosa, la corrupción no delictiva (la que no es sancionada por el código penal) que se llevó a cabo a las órdenes del jefe de la supuesta «organización criminal» lo es mucho más, y a la larga nos ha traído a la manifiestamente mejorable situación en la que nos encontramos (y con más leña al fuego al sobrevenirnos una pandemia cuya consecuente crisis económica puede ser más que pavorosa y muy probablemente deje a la altura del betún cualquier otra que hayamos padecido, al menos durante estas cuatro décadas de partitocracia coronada).

Pero dicha corrupción no delictiva es la que amenaza a la unidad y a la identidad de España. Este tipo de corrupción ha sido la condición sin la cual no hubiese sido posible la corrupción delictiva por la que la familia será juzgada. Pero por la corrupción no delictiva la familia no será sentada en el banquillo, tras poner las bases durante sus 23 años de mandato en la Generalidad de Cataluña de todo lo que hemos padecido en este tiempo.

Porque Pujol sí era un separatista, frente a lo que piensan muchos ingenuos. El «Motl Honorable» también recogía las nueces y tenía un plan largoplacista de sedición. Nuestro protagonista simplemente decía que era cuestión de tiempo, que primero había que adoctrinar a unas cuantas generaciones de catalanes (como ya lo están: educadas en el odio a España y en la sinrazón y delirio histórico, en la hispanofobia más rabiosa y a la postre más estúpida). La vía gradualista de Pujol es parecida a la que no hace muchos meses propuso el líder del PSC (Partido Separatista Catalán) Miquel Iceta, el cual dijo que había que esperar 10 años para organizar otro referéndum, el tiempo justo para adoctrinar a una generación más.  

Parece que sale más barato robar a los catalanes (y a todos los españoles) que robar Cataluña a todos los españoles, esto es, robar una parte formal de la nación española. Sale más caro ser una organización criminal que una organización sediciosa.

Dentro de la corrupción no delictiva está incluida la que podríamos llamar corrupción ideológica, que ya hemos anunciado con el caso de la historia, a la que se retuerce por vía negrolegendaria a favor de los postulados secesionistas. Pero también hay otro tipo de corrupción no delictiva que el pujolismo también ejercitó e incluso representó mediante una especie de racismo o xenofobia, que recuerda a los demenciales decimonónicos Valentí Almirall y Pompeu Gener. No se trataba -como decía de manera ocurrente pero equivocada Vázquez Montalbán- del «pujolismo-leninismo», sino más bien del pujolismo-racismo, como explícitamente lo expresó el Patriarca en 1976, antes de convertirse en el Nada Honorable: «El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido (…) es, generalmente, un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana, pero de entrada constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España. Ya lo he dicho antes: es un hombre destruido y anárquico. Si por la fuerza del número llegase a dominar, sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña. E introduciría su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir, su falta de mentalidad».

No hemos tenido constancia de que los supuestos antirracistas, antiesclavistas y declarados y militantes iconoclastas simpatizantes del Black Lives Matter y el movimiento Antifa, que también abundan sobre la piel del toro, hayan protestado contra el Patriarca. Tampoco nos consta que el susodicho haya pedido perdón a los andaluces.

Se arroja pintura sobre la estatua de un benefactor de los indios como fue Fray Junípero Serra y sin embargo se deja intacta la estatua de un racista como Sabino Arana y se silencian los improperios del Ni Mucho Menos Honorable. Si en España hubiese un movimiento que fuese de verdad contra la xenofobia y el racismo los separatistas serían el primer objetivo a batir (de hecho serían prácticamente los únicos). Pero estos grupos simpatizan más con los separatistas y sus alucinados propósitos que con los defensores de la unidad, identidad y soberanía de la nación española. Simpatizan más con el racista Sabino Arana que con la abolicionista Isabel la Católica. Y amenazan con sus chanclas a personajes como Rodrigo Rato pero le besan los pies al Muy Deshonorable, porque para ellos la vida de los Pujol importa.

Daniel López. Doctor en Filosofía.