Con el anglicismo «influencers» (aún no recogido por la Real Academia Española) se hace referencia a aquellas personas que destacan en las redes sociales por el número de seguidores a los que pueden influir, y es cierto que con una buena parte de su público lo consiguen. Fundamentalmente estos influenciadores funcionan en Twitter, Facebook, Instagram y Youtube. Algunos llegan a captar a más de un millón de seguidores. Otros sólo arrastran a 600.000, 400.000 o 200.000, que desde luego son cantidades también considerables.

    Han sido muchos los publicistas que han utilizado a los influencers como gancho mediático para promocionar un producto. Ahora es el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, el ínclito Fernando Simón, el que quiere usarlos para alertar a la población y así conseguir que el pueblo siga y cumpla los consejos del Ministerio de Sanidad y se conciencie de los peligros de la pandemia.

    ¿Contra quién está pensando Simón? Contra aquellos que le quitan importancia a la pandemia o incluso la niegan. Es decir, contra personas como las que se reunieron el 16 de agosto en la Plaza de Colón. Pero estos negacionistas o conspiranoicos también tienen sus influencers, como Miguel Bosé; y también disponen de blogueros y youtubers con mucha menos influencia pero con mucho ánimo de meter las cosas con calzador y hacer que todo encaje con todo y urdir una trama conspiranoica e incluso descabellada y desde luego peligrosa; porque con las cosas de la salud, como con las de comer, no se juega.

    Al parecer, el Rubius es el mayor influencer de España y también a nivel mundial con 38 millones de seguidores. Tiene diferentes canales en Youtube sobre tonterías varias. Esto da a entender que los influecers no son gente muy de fiar, y menos cuando se trata de cuestiones tan graves y complejas como la salud pública y la economía nacional. Y si es verdad que cada pueblo tiene al gobierno que se merece, no es menos cierto que a su vez tiene los influencers que se merece.

    Hay que reconocer que muchos influencers son un ejemplo, pero un ejemplo de lo que no se debe ser, decir y hacer. Hay influencers, como Paula Gonu o María Pombo, que han dado burdos consejos como beber agua caliente para acabar con el virus.

    Pero, un momento, ¿el gobierno de la propaganda necesita influencers? ¿Es que acaso no les sobran? ¿No están los medios de comunicación masivos, y por tanto con mayor capacidad de influencia, a disposición de este «gobierno de progreso»? ¿Es que también los ideólogos sociatapodemitas quieren apoderarse de las redes sociales y no les basta con dominar abrumadoramente el mundo de la televisión, medio de mayor influencia pese a internet? ¿O es que van a necesitar a los influencers porque Simón no es de fiar puesto que un día dice una cosa y al siguiente la contraria?

    Influencers también son, y con mucho poder de influencia, personajes cercanos al gobierno, o a la ideología del mismo, como Jorge Javier Vázquez o Antonio García Ferreras. Antes de la pandemia, en concreto antes del 8M, Ferreras denunciaba a aquellos que alarmaban sobre el coronavirus. En Al rojo vivo, programa que presenta al mediodía con un índice de audiencia notable, se hacía una llamada a la población a que no se alarmase, porque todo estaba controlado, como decía Simón.

    Otro influencer allende las redes sociales es el presentador Risto Mejide que junto a la también influencer y presentadora Marta Flich llegó a protagonizar el 2 de marzo en el canal Cuatro del grupo Mediaset un espectáculo lamentable abrazándose a una persona que estaba en el plató contagiada de coronavirus. Días después Mejide dio positivo.

    También tienen influencia periodistas y corresponsales que salen en Los Desayunos y el Telediario de TVE, como Lorenzo Milá, que el 25 de febrero decía desde Italia que la sensación es de «casi total normalidad», y que «se extiende más el alarmismo que los datos». De estas palabras se hizo eco Pablo Echenique, uno de los mayores influencers de Podemos en las redes sociales: «Frente al pseudoperiodismo de los reporteros con mascarilla, frente al clickbait del “vamos a morir todos”, frente a la extrema derecha pidiendo cierre de fronteras por una gripe menos agresiva que la de todos los años, el rigor y la profesionalidad de Lorenzo Milá».

    De lo que se trataba era de influir en las medidas que debía tomar la ciudadanía, es decir, en que no tomase prácticamente ninguna; y para más inri si se le preguntaba al supuesto mayor experto en alertas y emergencias sanitarias si había que ir a una manifestación en una fecha como la del 8 de marzo en la que los casos del virus estaban evolucionando exponencialmente como pudo comprobarse los días anteriores, éste respondía que cada cual hiciese lo que le diese la gana, como si el que se lo preguntase fuese su propio hijo. Al fin y al cabo, el Gobierno ya venía alentando a las masas desde hacía un mes (o tal vez desde el 9 de marzo de 2019) a que acudiesen a dicha manifestación. Y el mayor influencer ha sido el Gobierno y así nos fue, nos va y nos irá como no espabilemos y hagamos por merecernos un gobierno al menos no tan delirante y distáxico.

    Daniel López. Doctor en Filosofía.