Con una pugna entre la verdad, la mentira y la propaganda, la sociedad se encuentra inmersa en una situación de incultura y confusión, avivada por una situación política que no da lugar a más que disputas y tachas de unos sobre otros. La desvergüenza llevada a cabo en las últimas semanas es cuanto menos sorprendente y contraria a lo que los españoles habían votado en las pasadas elecciones.

Un gobierno que ha declarado la emergencia climática, obligando a los municipios de más de 50.000 habitantes a crear sus planes a imagen y semejanza de Madrid Central cuando un eslogan de campaña era “¿qué importa el fin del mundo si hay quien no llega a fin de mes?”, cerrando centrales energéticas y plantas térmicas a un ritmo que alegra a los ecologistas de boquilla y pancarta mientras eleva la importación de carbón y energía del extranjero, deshilando los pocos remanentes de autosuficiencia y enlazándonos más a la producción de nuestros vecinos.

Vecinos que precisamente no se han molestado en mostrar su indiferencia o sus ambiciones respecto a nuestro país, económicamente por el norte queriendo aprovechar nuestro país como un mercado en el que volver a exportar sus productos ante el inicio de esta crisis económica, y al sur de una forma mas descarada con el expansionismo territorial marroquí. Mientras esto ocurre, nuevas cortinas de humo se alzan cada día para distraernos de la desaceleración económica y de las cuestiones que más preocupan a los españoles según el CIS.

Quizás la última cortina, es la más desalentadora de todos, puesto que demuestra el nivel de manipulación y desfachatez de nuestro gobierno. Día tras día hemos visto como Ábalos ha cambiado sus declaraciones, y si bien no es de extrañar, sí que ha de preocuparnos cómo demasiada gente mantiene una visión dogmática de lo que su medio de confianza le contó hace días. Sin embargo, esta última de las acciones es la que debería preocuparnos más, no solo por ser una muestra de la aceptación de las líneas de Podemos en el gobierno, sino de un hecho que puede ser visto ante nuestros aliados y a la comunidad internacional como una traición.

Solo podemos agradecer que este hecho no haya conllevado un mayor impacto internacional y solo quede como un símbolo de negociación, pues las consecuencias económicas serían perjudiciales en el largo plazo durante la guerra económica que se esta dando entre las dos superpotencias de nuestro tiempo. Pero a la vez, vemos con temor el giro de una política que se presumía continuista desde hace dos legislaturas, siendo un caso extraño en nuestra historia que bajo un mismo presidente se cambien los posicionamientos políticos. Cabe esperar que se pudiera dar una situación similar en la política interna, como hasta ahora se ha dado con concesiones que incurran contra el programa del PSOE.

Ante este desconcierto, permítanme ser escéptico y no otorgarle al gobierno sus cien días de gracia, pero en 14 ya me han quitado algo que debería no tener nuestro presidente, el sueño.

Juan José A. Domenech Muñoz

Representante local del PSOE en Móstoles