El colofón de la teleserie Isabel, a través de la película La Corona Partida, nos ofrece una visión histórica sobre la Nación Española muy ilustrativa sobre nuestro presente

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Desde hacía tiempo se venía anunciando la continuación de la serie televisiva Isabel, desde el fallecimiento de la Católica Reina hasta el deceso de Fernando el Católico y la asunción del trono español por el nieto de ambos, Carlos I. Tal hecho ha sucedido recientemente, bajo la forma del filme La Corona Partida, que narra los sucesos de tan importante intermedio. Con una visión retrospectiva que se inicia precisamente el día en que fallece el católico rey, un 23 de Enero de 1516, el Cardenal Cisneros realiza el relato de tan convulsos e importantes años para la Nación Española.

Entre destacadas secuencias de acción y el mismo elenco de protagonistas (exceptuando al Emperador del Sacro Imperio, Maximiliano I, tan brillantemente interpretado por José Coronado), la serie comienza en los fastos funerarios de Isabel I de Castilla y ahonda en la enajenación de su hija Juana, llamada La Loca por la tradición, lo que acentúa los esfuerzos de su padre Fernando el Católico para reinar en su nombre. Sin embargo, Juana es un títere de su marido, el engreído Felipe I de Habsburgo, y resulta imposible cualquier acercamiento.

Como los intentos por conseguir tomar contacto entre padre e hija resultan infructuosos, y la nobleza castellana no es partidaria de la regencia de Fernando, deseando volver a los tiempos de Enrique IV, en los que los reyes eran unos títeres en sus manos, al regente no le queda más que una prudente retirada estratégica: ante la imposibilidad de atacar desde la distancia a su rival Felipe, decide permitirle la llegada a España, hecho que sucede en el año 1506, donde poder verse las caras con él. En este momento, la película desarrolla una alternativa a la Historia real: Fernando el Católico y el Cardenal Cisneros, quien ocupará de modo temporal la regencia, deciden urdir un plan que comenzará por conseguir el segundo, en la famosa Concordia de Villafáfila, un acuerdo favorable para el primero: Felipe el Hermoso firma un documento donde se declara que para Fernando el Católico quedará el Reino de Aragón y una sustanciosa paga que correrá a cargo de las arcas castellanas.

Una vez contraído matrimonio con la joven sobrina del Rey Luis XII de Francia, Germana de Foix, Fernando intentará conseguir un heredero que evite que su reino también caiga en manos del traidor. Lo cual también consumaría la ruptura de la unidad de reinos trabada con el matrimonio de Fernando e Isabel en 1469, y supondría la vuelta de la Nación Española a los tiempos medievales donde no pasaba de ser una unidad solidaria frente al Islam. Algo que gustaría a tantos sedicentes historiadores, para quienes la unión de Castilla y Aragón fue algo accidental que podía perfectamente separarse y devolver el aislamiento a ambos reinos, pero que bien sabemos que no sucedió, en parte porque la Nación Española ya era una realidad que envolvía a todos los reinos peninsulares, aunque no formase una unidad política hasta, precisamente, la unión de Castilla y Aragón.

El cénit de la historia llega cuando Felipe I el Hermoso celebra su coronación como Rey de Castilla, en Burgos; al tiempo que Cisneros comunica a Fernando el Católico el hecho, carta que es arrojada al fuego por el monarca; mientras, comienzan los juegos deportivos, especialmente el juego de pelota, donde un exultante Felipe destaca y se esfuerza, acusando una considerable fatiga que le conduce a beber varios vasos de agua en poco tiempo, tras lo cual cae fulminado.

El guión deja en suspenso la cuestión sobre si realmente Felipe el Hermoso fue envenenado por su suegro, o si falleció debido al considerable enfriamiento que le produjo el exceso de sudoración en medio del calor veraniego castellano, agravado con el agua fría que bebió, sufriendo los síntomas de una faringitis tal que no podía ni hablar. Parece que la historiografía de la época, especialmente del cronista oficial Pedro Mártir de Anglería, certifican que el fallecimiento del flamante monarca flamenco, producido el 25 de setiembre de 1506, lo fue a causa de una neumonía infecciosa, epidemia muy común en esa época en Castilla. De todos modos, siguiendo la propia teoría del realismo político, no es totalmente desdeñable que Felipe fuera asesinado “por razón de estado”: si realmente la Nación Española hubiera sido una entelequia o un mero delirio inventado retrospectivamente, Fernando el Católico se hubiera conformado con mantener Aragón a salvo de su afrancesado yerno, además con la garantía de disponer de una joven esposa que seguramente le proporcionaría descendencia para heredar el reino. Sin embargo, si adoptamos la perspectiva de una Nación Española ya consolidada como una realidad envolvente de los diversos reinos peninsulares, tal y como señala Alfonso X el Sabio en su Historia de España, al denominar a los habitantes de la Península como la colectividad de “los de España”, “los de la tierra de España” o “españoles”, colectivo contrapuesto a su vez a los primeros dominadores de la tierra o, ya en aquella época a otros como los franceses. Desde esa perspectiva, la conjura contra el rey flamenco no sólo hubiera sido verosímil, sino también deseable…

Sin embargo, los propios guionistas se desdicen al culminar la película, cuando Cisneros, que inició la historia el día en que fallece Fernando el Católico, contempla el fin de la vida del brillante monarca, quien en medio de su enajenación cree reconciliarse con la reina Isabel. Y es que, por desgracia, para los guionistas en aquellos tiempos la Nación Española no existía: los rótulos finales de La Corona Partida señalan que, tras la muerte del Católico Rey su nieto Carlos heredará un estado fuerte que será un imperio, ignorando precisamente que lo que los Reyes Católicos habían unificado y recibido de sus antecesores ya era un imperio en toda regla, llamado España y no Hispania ya desde los tiempos de Alfonso X el Sabio…

Desde la Fundación Denaes hemos de valorar muy positivamente la película La Corona Partida, como un brillante producto que culmina la teleserie Isabel. No obstante, sus guionistas y director dejan un borrón importante con su negativa a utilizar la palabra España y las referencias a la Nación Española en tiempos de los Reyes Católicos. No obstante, el resultado final es una historia que se alza por encima de las medianías negrolegendarias de nuestro tiempo que glosan esa etapa tan decisiva de la Historia de España.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.