La difícil vida de nuestros símbolos nacionales no deja de ser, en sí misma, un símbolo de nuestra nación.


12octubre_thumb_5B1_5D.jpgLos grandes acontecimientos de carácter internacional, como el presente campeonato mundial de fútbol, siempre dan oportunidad de ver cómo las naciones tributan un especial respeto a sus símbolos: su bandera, sus escudos, su himno. En este tipo de situaciones, España siempre hace mal papel. Hoy vemos, es verdad, más banderas que antes, pero en materia de himno nacional seguimos condenados a una música sin letra, circunstancia rarísima en el mundo.

Más áspera, sin embargo, es la situación en la propia España, donde los símbolos nacionales han sido postergados hasta el punto de que incluso los patriotas más conscientes moderan excesivamente su uso. En esto, como suele ocurrir, el pueblo es más libre que las elites; basta pensar en las banderas de la manifestación del pasado sábado en Madrid.

La difícil vida de nuestros símbolos nacionales no deja de ser, en sí misma, un símbolo de nuestra nación: algo que necesita un trabajo de reconstrucción, de fortalecimiento. El uso normal y sin complejos de los símbolos puede ser una buena manera de empezar a hacer camino.