El domingo estaremos en Sevilla con las víctimas, como siempre lo hemos estado. Su causa es limpiamente justa.


Hubo un tiempo en que las víctimas del terrorismo solicitaron manifestarse contra los asesinos; el jefe de la policía amenazó a las víctimas con multarlas si el volumen de sus protestas superaba cierto grado de decibelios. Ese tiempo es hoy, como todos sabemos, pero conviene enunciarlo así, desde un hipotético futuro, para calibrar el grado de bajeza moral y ruindad política al que hemos llegado en España. Tal ruindad y tal bajeza sólo tienen una causa: la sórdida trampa que el Gobierno se ha puesto a sí mismo al abrir un descabellado “proceso de paz” con una banda terrorista que ni ha abandonado las armas ni ha dado muestras de querer hacerlo. Una paz así no es tal paz; es una rendición. Y por eso protestan las víctimas.

El domingo estaremos en Sevilla con las víctimas, como siempre lo hemos estado. Su causa es limpiamente justa. Y además ellas son, hoy, las principales depositarias de la dignidad nacional. Contra la negociación claudicante con ETA. Y también contra la política de ocultaciones en los atentados del 11-M. Con las víctimas, siempre.