Estimados amigos:

Muchos de quienes asistís hoy a este Observatorio lo hacéis -muchas gracias- a pesar del acontecimiento deportivo de alcance nacional que se celebra en estos momentos, mientras una gran mayoría de españoles se encuentra frente al televisor con el corazón en un puño.

Más gratificante incluso que curioso es observar cómo esa despreocupación, ese panfilismo o ausencia de interés por resolver los gravísimos problemas que afectan a la población española en los últimos tiempos, tantas veces denunciados por la Fundación DENAES, se desmontan de inmediato cuando se trata de apoyar, emocionarse y solidarizarse con la Selección española de fútbol. Y ello a pesar de que, para desgracia nuestra, somos el único país de Europa que -tras varios intentos fallidos- ni siquiera puede tararear una letra cuando nuestro Himno nacional suena en los partidos. Es como si el sentimiento patriótico, adormecido cuando no enterrado en buena parte de españoles bajo una gruesa capa de complejos (históricos, sociales, culturales) encontrara en días como hoy una válvula de escape para liberar tanta frustración acumulada. Lo que demuestra -a nuestro entender- que el amor a la Patria, a sus símbolos y a lo que de ella nos hace iguales y mejores está ahí pese a quien pese: escondido quizá, disimulado o negado en tantas ocasiones, pero listo a ser estimulado en acontecimientos deportivos como el que toca esta tarde.

Esto lo saben muy bien quienes odian a España y a todo lo que ésta representa; lo saben quienes proyectan su disolución desde despachos autonómicos o ministeriales. Y para demostrarlo no hace falta más que ver pantomimas como aquella de San Mamés, en diciembre de 2007, cuando los gobiernos autonómicos del País Vasco, Cataluña y Galicia montaron un aquelarre rubricado con una vergonzosa alianza contra España -la llamada “declaración de San Mamés”- a la que siguió un “partido amistoso” de fútbol entre “sus” respectivas y espurias “selecciones nacionales”. Es bueno recordarlo aquí y resaltar lo esperpéntico de actos como el de San Mamés especialmente ahora, en medio de este sentimiento patriótico que embarga el corazón de millones de españoles y cuando una multitud de enseñas nacionales inunda la ciudad imperial donde el César Carlos V -factor de la España más poderosa, profundamente europea y enfrentada a mezquindades particularistas- consiguió en 1532 unir a todos los príncipes cristianos y vencer al Turco.

Pero esta exaltación deportivo-patriótica tampoco debe engañarnos y ocultar la complicada situación política en una nación entregada por segunda vez, desde el 9 de marzo, a un maquinador de alianzas “civilizadoras” mucho menos gloriosas que las de Carlos V -la comparación ofende incluso- con secesionistas y otros enemigos de España, tanto internos como externos.

Y mientras, ¿cuál es la posición exacta del Partido Popular? Tal como veníamos advirtiendo desde la Fundación DENAES a través de nuestra página web y de los distintos Observatorios, lo que estaba en juego en este XVI Congreso del PP era mucho más que la elección del presidente nacional del partido y de sus más estrechos colaboradores; mucho más que un puro debate de ideas; y mucho más, incluso, que la solución a un temido cisma dentro del partido. Lo que se ha jugado, lo que nos hemos jugado realmente la pasada semana, ha sido -nos tememos- la esperanza de frenar de algún modo la deriva secesionista a la que España se está viendo abocada con la frustración de muchos y el interés de unos pocos. Los de siempre.

En las manos del Partido Popular ha estado el solucionarlo y no está de más recordar, en este sentido, varias enmiendas presentadas a la Ponencia Política de este XVI Congreso por nuestro presidente, Santiago Abascal, junto a otros representantes de dicho partido como el eurodiputado Vidal Quadras y los parlamentarios Eugenio Nasarre, Luis Fraga, etc., en las que se presentó un programa político alternativo articulado en torno a la reforma parcial de la Constitución y en medio de un gran pacto con los partidos de ámbito nacional, basándose en la defensa de la libertad e igualdad de los españoles; orientando así todos los actos del Partido Popular tanto a nivel nacional como autonómico, para garantizar la viabilidad del Estado y la cuestión nacional.

Habrá que ver ahora dónde han quedado estas enmiendas y si el espíritu del que han surgido, apoyado por millones de españoles en las urnas, aún puede manifestarse en defensa de una España -nos tememos- desprotegida hoy un poco más, incluso, frente a la amenaza de un modelo federal de Estado que pervierta su misma esencia y las libertades de todos sus ciudadanos.

Eso sí: en los últimos Observatorios de la Nación celebrados, como este, por la Fundación DENAES en las diferentes capitales españolas ha ocupado cada vez más espacio de debate la crisis económica que nos afecta. Muchas de las intervenciones han visto en esta crisis el resorte de una reacción social esperada y paradójicamente positiva para la defensa de la Nación española.

Esta puede ser, en fin, la primera cuestión a debatir esta tarde: ¿servirá esta crisis para espolear a los ciudadanos y sacarlos por fin del optimismo iluso del “España no se rompe”?

  ¿Contribuirá a este desengaño la clarificación de lo que realmente ha ocurrido en el último congreso del Partido Popular?

  ¿Existe algún signo de tipo social o cultural en España que pueda prever un cambio positivo en este lento proceso de destrucción de España?

  Si existe algún signo, ¿en cuál de ellos deberían fijarse entidades como la Fundación DENAES para su labor en defensa de la Nación española?

Ciudades donde se ha celebrado este Observatorio: Santander, Oviedo, Coruña, Caravaca, Madrid, Alicante, Valencia, Barcelona, Zaragoza, Albacete, La Línea de la Concepción (Cádiz), Murcia, Elche, Valladolid, Almería y Majadahonda.