Texto para el Observatorio de la Nación del mes de noviembre


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Estimados Amigos de la Nación y simpatizantes de nuestra Fundación:

Sin duda la gran noticia para la Nación Española es que Cataluña ha dejado de ser noticia. Y esto no sólo porque los terribles atentados terroristas perpetrados en París a mediados de este mes eclipsaran cualquier información proveniente de esta región española, sino porque sucedió lo que muchos auguraban: los sediciosos catalanes han reculado en sus intentos de realizar una secesión unilateral o, como afirmaban eufemísticamente, un «proceso de desconexión democrática, masiva, sostenida y pacífica con el Estado español de tal manera que permita el empoderamiento de la ciudadanía a todos los niveles y en base a una participación abierta, activa e integradora», para encaminarse a «una república catalana independiente». Al final la famosa declaración separatista registrada el pasado 26 de Octubre se ha quedado en nada, puesto que Arturo Mas y toda la lista de Juntos por el Sí han acabado acatando la legalidad española y, desdiciéndose de lo afirmado apenas unos días atrás, publicaron en la edición del Diario Oficial de la Generalidad de Cataluña del pasado 19 de Noviembre la suspensión decretada por el Tribunal Constitucional de su declaración separatista.

Asimismo, en el Gobierno de España al fin parecen dispuestos a tomar medidas para frenar esta escalada de desobediencia de parte de los poderes públicos en Cataluña. El Ministro de Economía y Hacienda, Cristóbal Montoro, ha señalado que Cataluña recibirá cuantiosos fondos de parte del Fondo de Liquidez Autonómico con el objetivo de paliar las deudas de meses que acumula la Generalidad de Cataluña respecto al pago de los farmacéuticos, por los medicamentos dispensados a través de receta médica. Frente a la sugerencia un tanto jocosa y cínica de Albert Carreras, secretario general del departamento de Economía y Conocimiento de la Generalidad, de que cada farmacéutico le ponga una vela a su santo patrono de referencia, a ver si así obran el «milagro» de ver un solo céntimo para cobrar la deuda que la Generalidad mantiene con los miembros del Colegio de Farmacéuticos catalanes, desde el Gobierno de España ya se ha advertido que se pagará paulatinamente la deuda, pero siempre vigilando de forma centralizada que los pagos se hacen efectivos. Es decir, que el Gobierno Español no dará de forma indiscriminada los fondos a la Generalidad Catalana, sino directamente a los proveedores de servicios farmacéuticos para verificar que se cumple la finalidad para la que fueron otorgados.

Como es natural, el Presidente en funciones de la Generalidad, el ya más que amortizado Arturo Mas, ha montado en cólera y ha apelado al talante antidemocrático del Gobierno de España para justificar semejante decisión. Parece olvidársele que la confusión de la democracia con el presunto «derecho a decidir» carece de la más mínima base constitucional, y que en todo caso, al contrario de lo que él afirma, no se trata de una decisión para castigar a quien más aporta a las arcas españolas: Cataluña, gracias principalmente a la amenaza separatista que él encarna, ha dejado de ser la comunidad autónoma más próspera de la Nación Española (no hay más que ver la vertiginosa fuga de empresas desde Cataluña hacia otras partes de España, principalmente Madrid), y en consecuencia los lamentos de Mas caen en un saco roto cada vez mayor.

Sin embargo, pese a que la amenaza separatista en Cataluña ha ido menguando, ello no significa que haya que dejar de permanecer alerta, y menos despreciar la constante inmersión lingüística en la lengua vernácula catalana que practican en esa autonomía y están extendiendo a Valencia o Baleares. Asimismo, otras amenazas latentes contra España pueden manifestarse, por obra y gracia del desgobierno e irresponsabilidad que existen en Cataluña. Principalmente, la amenaza yihadista que se manifestó de forma dramática en París no hace muchos días, con más de un centenar de muertos, y que en España también podría tener lugar, a tenor de las amenazas formales explícitas que los terroristas de Estado Islámico formulan a diario contra nuestra Nación caracterizada como el idealizado Al Andalus de tiempos medievales del que fueron, dicen ellos, ilegítimamente desposeídos tras siglos de lo que el sedicente periodista español Juan Luis Cebrián calificó como «insidiosa reconquista».

Así, resulta especialmente preocupante que en Cataluña se hayan puesto las bases para que la amenaza islamista pueda realizarse en cualquier momento. En esta región de España resulta muy llamativa la gran cantidad de musulmanes que la habitan. Ello no es sino un resultado más de la nefasta política acometida durante varias décadas por los separatistas catalanes, convencidos de que alentando una inmigración que no sabe utilizar la lengua española (al contrario de la que proviene de Hispanoamérica), les sería más fácil conseguir su tan ansiada inmersión lingüística en catalán, y más fácilmente movilizables estos extranjeros residentes en Cataluña para la causa favorable al separatismo. Ni siquiera las autoridades competentes parecer ser muy conscientes de la amenaza que supone un contingente desmesurado y muchas veces desrregulado de inmigrantes musulmanes. Según afirman fuentes oficiales, no constituye ningún tipo de preocupación que en Cataluña el número de mezquitas y oratorios salafistas (una de las versiones más fundamentalistas del Islam) haya aumentado alrededor de un treinta y tres por ciento en este período en dicha autonomía.

No obstante, los poderes públicos españoles en Cataluña sí reconocen la nefasta influencia que, a través de internet, se produce en musulmanes muy jóvenes y fácilmente radicalizables, susceptibles de acabar siendo como meros autómatas que identifican al infiel cristiano o judío como un declarado enemigo suyo, y procedan a su destrucción, tal y como sucedió en París no sólo este mes de Noviembre, sino a comienzos de año, cuando en Enero fueron asesinados varios miembros de la redacción de la publicación Charlie Hebdo y algunas personas que se encontraban dentro de un comercio regentado por franceses de origen judío.

Resulta un recurso fácil acudir al pseudoconcepto de la denominada «islamofobia» para justificar este presunto rechazo a los musulmanes. Sin embargo, nada tiene que ver con la islamofobia la creciente preocupación que existe en varios países europeos con los inmigrantes de segunda generación que ya se encuentran asentados y aparentemente integrados en su entorno. No conviene olvidar que los terroristas que atentaron en Enero y ahora en Noviembre en Francia habían nacido en suelo francés y sin embargo demostraron un radicalismo y defensa de los principios yihadistas para muchos inusitado. Bajo su fachada occidental (eran franceses, y algunos de ellos belgas o frecuentaban ese país vecino), escondían en realidad un considerable radicalismo cuyo germen no puede ser otro que el moldeamiento fanático, ya sea en mezquitas o en otras partes de su entorno, como los colegios o institutos que muchos consideran hoy día lugar principal de reclutamiento de yihadistas. Por si esto fuera poco, se ha hecho público que el pasado mes de Abril una célula de Estado Islámico, que se encontraba operativa y preparando atentados, fue desarticulada en Barcelona.

Conviene en consecuencia pensar la línea que nuestra Fundación debe seguir en estos momentos tan dramáticos, en los que se manifiestan los errores que ha cometido Francia durante décadas con la inmigración de origen musulmán, que le ha generado un problema que amenaza con proseguir en un futuro indefinido, y constatar que la Nación Española, receptora de muchos menos inmigrantes musulmanes, pero objetivo de las amenazas formales y explícitas del yihadismo por su pasada identidad de Al Andalus, aún está a tiempo de evitar un trance tan doloroso. Así, en este observatorio se recogerán las sugerencias que tengan a bien plantear nuestros simpatizantes y amigos, abriéndose un debate al respecto de las posibles soluciones que plantear ante la amenaza del yihadismo, sin dejar de lado la amenaza separatista que a día de hoy parece haber pasado a segundo plano, sin haber desaparecido.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.