Texto para el Observatorio del mes de junio de 2015


Tras las elecciones municipales y autonómicas del pasado 24 de Mayo y la constitución de los nuevos consistorios en toda España, podría decirse que el cambio ha llegado. Pero un cambio de carácter meramente lampedusiano, en el que el más beneficiado ha sido el PSOE de Pedro Sánchez, que mediante la formalización de toda una serie de pactos a cada cual más surrealista en su materialización y condiciones, han terminado expulsando del poder al partido que ha ganado los comicios en la mayor parte de España, el Partido Popular. Las alianzas de los socialistas con Podemos, partido con el que se han repartido el poder de un buen número de ayuntamientos españoles, han mostrado en toda su crudeza la grave corrupción de la democracia realmente existente, en la que la lista más votada es desbancada de su posición ganadora mediante pactos postelectorales en los que las urnas nada han tenido que ver, y que falsean por lo tanto la voluntad del electorado.

Como es natural, es difícil que nadie se crea ya ese mensaje tan repetido de la regeneración democrática que venden Podemos y Ciudadanos, este último un partido que ha ido alternando sus acuerdos con PSOE y PP según el lugar donde se produjeran. Lo único que por el momento ofrecen estos partidos que se presentan como nuevos (pese a que la formación de Albert Rivera cumpla diez años de existencia), es un lugar al que dirigir su voto los españoles descontentos con la alternativa bipartidista actual, pero en cuestiones ideológicas y políticas no ha cambiado la situación en ningún caso, sino que se ha ratificado de la peor manera posible.

Mirando hacia el partido de Pablo Iglesias, que no ha dudado en pactar con quien representa lo que denomina despectivamente como «la casta» en toda su extensión, encontramos toda una serie de menosprecios a la Nación Española a la que aspira a gobernar, y de hecho gobierna ya en importantes ayuntamientos de España: su querencia por la manoseada e insignificante bandera tricolor de la Segunda República (ignorando que la bandera rojigualda hoy constitucional fue también bandera republicana), sus lamentaciones porque a los presos de la banda terrorista separatista ETA se les haya lógicamente dispersado para evitar que la banda se recomponga mientras permanecen sus miembros en prisión, además de todo un catálogo de nauseabundas burlas contra víctimas del terrorismo etarra o defensa explícita de etarras como Arnaldo Otegui, como se ha visto entre los ediles de esta formación en Madrid y Barcelona, son argumentos suficientes para ver en Podemos una muestra pura de la corrupción ideológica que aqueja a la Nación Española.

A todo ello hay que sumar el apoyo directo a las marcas blancas de ETA, como ha sucedido en Navarra, o la ausencia de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, en el homenaje a las víctimas del brutal atentado de ETA que tuvo lugar en Barcelona hace 28 años. Podemos, a día de hoy tercera fuerza política, parece mantener una línea «coherente» con las ideas que defiende en todas partes: la España en la que ellos aspiran a gobernar es un «país de países», no ponen traba alguna para quienes deseen ejercer el «derecho a decidir» y apuestan por un país asimétrico y plurinacional, con especial énfasis en esa situación para comunidades autonómas como el País Vasco, Cataluña, Baleares o Galicia.

Tampoco se vislumbra una alternativa real en Ciudadanos, partido de trayectoria más sólida que el de Pablo Iglesias y que desde el mes de enero cobró un espectacular auge en las encuestas, ratificado con unos excelentes resultados en las elecciones autonómicas andaluzas y más tarde en los comicios municipales y autonómicos del 24 de mayo, con unas expectativas no menos importantes cara a las elecciones autonómicas catalanas del 27 de Septiembre, donde los sondeos parecen indicar que a día de hoy el partido de Albert Rivera sería la segunda fuerza política en Cataluña. Si bien el programa político de Ciudadanos parecía en un principio muy próximo al del Partido Popular tanto para bien como para mal, centrado única y exclusivamente en propuestas económicas como el actual gobierno presidido por Mariano Rajoy, aparte de en otras cuestiones un tanto extravagantes y afines a lo que los populares han realizado en varias comunidades autónomas, como la propuesta del trilingüismo en la enseñanza pública, lo cierto es que la evolución y decisiones del partido, especialmente tras los pactos postelectorales que ha protagonizado con el PP o el PSOE según el lugar y las circunstancias (en la Comunidad de Madrid apoyó a los populares, pero en Andalucía sin embargo respaldó tras muchas discusiones al partido de Susana Díaz), dejan una cierta incógnita sobre los derroteros que podría tomar la formación de Albert Rivera cara a las próximas elecciones generales.

Y es que las manifestaciones de los líderes de Ciudadanos previas a estos últimos comicios parecían situarles como la fuerza política llamada a realizar la tantas veces invocada «Segunda Transición», evocando el momento histórico del paso del régimen franquista a la democracia coronada que protagonizó el hace un año fallecido Adolfo Suárez. De ahí que Ciudadanos no tenga prejuicios a la hora de pactar con otras fuerzas políticas, siempre que haya «consenso». Propuesta en sí misma peligrosa, pues la idea de consenso deja entre paréntesis precisamente las divergencias existentes entre los diversos partidos, especialmente aquellos que se postulan de forma manifiesta como opuestos a la existencia de la Nación Española. No olvidemos que desde esa confusa idea de consenso se articuló la transición democrática en España, donde los partidos nacionales cedieron el terreno a los partidos separatistas para posibilitar la actual democracia, todo a costa de sembrar las actuales amenazas que la Nación Española sufre a diario y que aún no han encontrado forma de solucionarse más allá de la mera retórica.

Puestas estas bases, cabría preguntarse: ¿qué soluciones pueden aplicarse para evitar que la listas más votadas sean sistemáticamente barridas por los pactos postelectorales? ¿Qué perspectiva debe adoptar nuestra Fundación, tanto respecto a los partidos políticos que concurrirán a las inminentes elecciones generales como tras la situación postelectoral que se genere?

Fundación Denaes, para la defensa de la Nación española