Texto del Observatorio de la Nación para el 26 de marzo de 2015


ANÁLISIS DE LOS RESULTADOS DE LAS ELECCIONES AUTONÓMICAS DE ANDALUCÍA

El PSOE andaluz consiguió 1.409.000 votos, 47 diputados, los mismos que tenía, a pesar de haber perdido más de 120.000 votantes desde las elecciones de 2012 (más de 700.000 desde las de 2008).

El PP ha perdido más de 500.000 votos que le cuestan 17 diputados, pasando de ser el más votado en 2012, con más de un millón y medio de votantes y 50 actas, al segundo puesto en 2015, con algo más de un millón, quedando en 33 escaños. Es interesante que, comparado con las elecciones de 2008, el PP haya perdido casi el mismo número de votos que el PSOE. Los analistas no se ponen de acuerdo: unos interpretan que el bipartidismo entona su canto del cisne, otros ven normal el desgaste de quienes han gestionado la crisis y señalan que los dos grandes partidos suman, a pesar de todo, casi el 80 por ciento de los votos. IU pierde 165.000 votos y siete diputados, quedando en cinco. Finalmente, los recién aterrizados Podemos, con 15 diputados y 590.000 votos, y Ciudadanos con 370.000 y 9 escaños, cierran la composición del parlamento autonómico.

Casi 200.000 votantes han repartido su voto entre UPyD, Partido Andalucista, VOX y otros, que no han alcanzado ningún escaño.
Si sumamos los votos perdidos por los partidos de «la casta» desde 2008 -«casta» en la que habría que incluir a IU que gobernaba Andalucía junto al PSOE- la suma se aproxima al millón y pico de votos que han ido a parar a otros partidos o no computan por la abstención o por cualesquiera otros motivos. Otro dato de interés es que han votado 150.000 personas más que en las anteriores de 2012.

Dada la nula afinidad ideológica que, con razón, todos presuponen entre el PP y Podemos (único pacto, al margen de los vencedores, con el que se alcanzaría mayoría parlamentaria) la candidata del PSOE, Susana Díaz, da por hecho que gobernará sin tener que recurrir a acuerdos globales como el que mantuvo la pasada legislatura con IU. Sin perjuicio de que deba buscar apoyos puntuales en el parlamento andaluz, bien de Podemos, bien de Ciudadanos. IU queda como un partido residual y paga bien caro su apoyo al PSOE y la irrupción de Podemos. Este partido precisamente, tampoco obtiene los resultados que se aventuraban por las encuestas y queda en una situación muy poco halagüeña. Un discurso que pretendía arrogarse la representación genuina del «pueblo», «de la gente» (que, por fin tiene ahora, según su indocta candidata, «representación en el parlamento») apenas consigue la quinta parte de votos que los partidos de «la casta», con lo que su unión hipostática con el Pueblo queda cuestionada de raíz.

Aparece Ciudadanos como una fuerza importante para futuros pactos, desplazando claramente a UPyD, que podría certificar su defunción en las próximas elecciones municipales y generales. Ciudadanos se ha presentado como una formación ideológicamente inconcreta, pero publicitada como un centro reformista, crítico con los dos grandes partidos y sin el lastre de definirse como «izquierda» (a la que, en el caso de Podemos, inmediatamente se añadirá el adjetivo de «bolivariana, comunista, castrista y hasta pro-islámica») ni como «derecha». Parece verosímil interpretar el gran impulso recibido por Ciudadanos como resultado colateral del éxito inesperado de Podemos en las pasadas europeas y las magníficas previsiones de futuro que le auguraban las encuestas a las huestes de Iglesias y Monedero. Los Mass media agitaron a Ciudadanos como el antídoto perfecto para una izquierda radical que amenazaba con alcanzar el poder e instaurar una dictadura bolivariana, en el peor de los escenarios previsibles, o una reedición del panfilismo zapateril en el mejor. La publicidad a Ciudadanos venía a recabar el voto de los «cabreados con el PP», pero moderados.

También resulta bastante verosímil pensar que, de seguir las cosas así, en las próximas generales, Ciudadanos pueda convertirse en el partido «bisagra», lo que no dejaría de ser, en principio, una buena noticia para DENAES, ya que desplazaría a los grupos separatistas (PNV, CiU y ERC) de esta función que han ejercido tanto con el PP, en la primera legislatura de Aznar, como con el PSOE de González y de Zapatero.

Por nuestra parte, y sin dejar de reconocer que en el triunfo de Díaz influye una inercia que mantiene al PSOE gobernando Andalucía desde el origen de los Parlamentos Autonómicos -inercia que muy principalmente se mantiene sobre una red de intereses que la Junta, las administraciones locales y el estado central, han tejido- no nos compete cuestionar estos resultados o deslegitimar el triunfo del PSOE. De las elecciones andaluzas nos interesa, antes bien, su carácter orientador acerca de la cuestión nacional. Y es aquí en donde el fracaso de VOX, el único partido que ha manifestado alto y claro su rechazo al sistema autonómico, ninguneado por los mismos medios que han publicitado convenientemente a Podemos y Ciudadanos como verdaderas alternativas al bipartidismo, ha de entenderse, no únicamente como el resultado del silencio mediático, que también, sino, fundamentalmente, de las razones que explican ese silencio. Razones ideológicas derivadas de la abierta y clara identificación de VOX con una «derecha sin complejos» que ha permitido a sus enemigos fabricar un cliché servido en bandeja por la imagen de los grupos neonazis alemanes, del Frente Nacional de Le Pen o del «Amanecer dorado» griego. En vano se podrá mostrar que el programa económico de VOX, de corte liberal y sus consideraciones sobre cuestiones morales, acordes con la doctrina social de la Iglesia, nada tiene que ver con los citados. Pero es preocupante que sea precisamente un partido que defiende sin ambages la unidad de la Nación española quien reciba estas injustas comparaciones y el silencio de los medios importantes.

De este silencio informativo en torno a la formación que lidera Santiago Abascal extraemos la siguiente tesis: parece que el estereotipo de una «derechona» defensora de la unidad de la Patria sigue teniendo una vigencia extraordinaria y que, de algún modo, quienes tienen el periodismo por oficio y quienes controlan los medios de comunicación de masas vinculados al sistema doctrinal de la «izquierda progresista» se apresuraron a agitar este estereotipo, mientras publicitaban a Podemos; en cambio, los medios afines al sistema doctrinal de un «centro derecha democrático» apenas publicitaron al partido de Abascal, al tiempo que dieron notoriedad publica a Iglesias, Monedero o Errejón pensando que debilitarían al PSOE.

La medida en la que los resultados de las autonómicas andaluzas puedan representar una avanzadilla de los resultados de las próximas generales es bastante confusa. No parece probable que el PSOE obtenga unos resultados similares o que el PP pierda votos en la misma proporción que lo ha hecho en Andalucía. En cualquier caso se hace necesario, por parte de nuestra Fundación seguir en la trinchera y estar vigilantes con la deriva de los diferentes partidos políticos españoles.